Eduardo García empezó a trabajar como trabajador social con los trinitarios en el 2001, estuvo en el equipo que impulsó la creación de la fundación Prolibertas, en Antequera, la entidad que años después de su fundación se haría cargo de la gestión del comedor social y que en el 2004 le trajo hasta Córdoba. Desde entonces trabaja en el comedor y desde el 2009 lo dirige.

-El comedor trinitario se fundó hace 30 años por el padre Manuel. ¿Qué recuerda de él?

-Lo conocí cuando estaba ya muy mayor, recuerdo que era una persona muy cercana que, pese a su edad, era muy inquieto y estaba muy interesado por todo lo que se estaba haciendo, era el que más preguntaba por Prolibertas. Además, en el barrio y en la ciudad tiene un gran prestigio por la labor social que desempeñó.

-¿Por qué decidió la orden trinitaria crear un comedor social en El Marrubial en 1989?

-Por lo que sé, se dieron varias circunstancias a la vez. En aquel momento, no había ningún recurso específico para transeúntes, como se decía antes, una palabra que hemos ido desechando. Además, esta zona atraía a muchas personas que malvivían en la calle, que vivían de la mendicidad porque los viernes acuden al Rescatado miles de personas a las que podían pedir limosna. Los trinitarios pensaron en dar respuesta a esa necesidad en las dependencias de la muralla, que habían sido aula en los inicios del colegio, pero cuando se construyó el centro nuevo quedaron sin uso. Entonces pidieron ayuda a las religiosas y acudieron las trinitarias de Valencia que son las cofundadoras del comedor.

-La fundación Prolibertas, ¿gestiona más comedores sociales?

-No, está centrada en las personas reclusas y exreclusas, este es el único comedor social. En Madrid, Sevilla, Algeciras tenemos casa de acogida de reclusas, para personas en riesgo de exclusión, hay una escuela de hostelería en Algeciras y, en Antequera, para migrantes y reclusos. Córdoba es el único sitio donde no trabajamos en la cárcel.

-¿Cómo era el comedor cuando llegó y cómo ha cambiado?

-Cuando yo llegué me encontré un comedor muy asistencialista, se trataba de dar de comer, ropa, un sitio de ducha... Funcionaba gracias a la labor de los trinitarios y de las trinitarias, que siempre se han encargado de la cocina, la hermana Antonia lleva 30 años, respaldados por los voluntarios. Faltaban criterios para intervenir con las personas y empezamos a trabajar la atención social, a estudiar las causas y a buscar salidas, proyectos de inclusión social, nuestros o de otras entidades.

-Acaban de recibir el premio Ricardo López Crespo de la Fundación Caja Rural. ¿Tienen muchos premios en la vitrina?

-Antes de nada, me gustaría agradecer el premio a la fundación por lo que supone de reconocimiento al trabajo que realiza el comedor. Y bueno, no tenemos tantos premios ni vitrina, todos están en el comedor: la medalla de oro de la ciudad, que nos dio la corporación de Andrés Ocaña, el premio de APDHA, el premio Cordobeses del Año de Diario CÓRDOBA, un premio de la Confederación de Padres de Colegios Católicos y este, cuya dotación económica nos servirá para paliar el recorte económico que hemos sufrido este año de la aportación del IRPF.

-¿Cuánto se ha recortado?

-Prolibertas ha sufrido un recorte brutal de la convocatoria de diciembre, más de 200.000 euros. El comedor recibirá unos 90.000 euros menos.

-¿Cree que las entidades sociales completan el trabajo de las administraciones o son las administraciones las que completan el trabajo que hacen ustedes?

-Digamos que corremos el riesgo de convertirnos en gestores de servicios para las administraciones públicas. Hace poco tuvimos una reunión de la Red Andaluza contra la Pobreza y se planteó este tema, que igual nos convertimos en clientes de la administración pública. Nosotros estamos en las trincheras haciendo servicios donde las instituciones no llegan y a veces, ni quieren llegar, y en gran medida hemos soportado el peso de la crisis porque muchas familias han tenido que llamar a nuestras puertas ante la falta de respuesta institucional. Y seguimos en eso. Defendemos que nosotros hacemos un trabajo serio, profesional, con mucho personal voluntario y eso hay que ponerlo en valor. Las políticas de financiación pública cada vez son más estrechas, por eso intentamos conseguir que nuestra financiación sea lo más variada posible ante el temor de sufrir recortes públicos. No solo con donaciones y socios sino con fondos propios obtenidos con proyectos innovadores como Libertiendas. En ese camino estamos desde hace algunos años.

-¿El comedor se ha adaptado a los nuevos tiempos?

-La atención ha evolucionado mucho y creo que hacia mejor en todos los sentidos, tanto en calidad como en cantidad y variedad de servicios. La cocina ha pasado por auditorías sanitarias, ha mejorado la atención social gracias al equipo de profesionales. La gente que viene también ha cambiado, hemos pasado de una población muy marginal a personas en situación cada vez más normalizada, personas sin ingresos, ni trabajo y, en muchos casos, sin problemas añadidos como adicciones. Antes venían personas muy deterioradas física y psíquicamente, ahora en una misma mesa se sientan personas que viven en un cajero con otras que tienen una pensión no contributiva y no les llega para comer. El perfil es muy heterogéneo.

-¿Hay usuarios que acudan al comedor desde hace años?

-Más de uno. A algunos los conozco desde que empecé y siguen viniendo, ahora son mayores con una pensión muy baja que viven en una habitación de alquiler y cuya situación no ha cambiado. Otros han muerto jóvenes con VIH, por adicciones o por la situación de pobreza en sí misma. No tener garantizadas unas condiciones básicas acorta la vida, por mucho que existan este tipo de recursos.

-En plena crisis surgió el comedor Madre Teresa, un grupo de gente que se organizó para vender menús caseros y entregar al comedor la recaudación. ¿Eso terminó?

-No, continúa, desde el 2013, este año aún no sé cómo lo están haciendo, se organizan para Cuaresma, pero el año pasado recibimos su donación de este grupo.

-¿Este tipo de iniciativas son una rareza o pasa a menudo?

-El comedor se ha mantenido muchos años gracias a las aportaciones de la ciudadanía y del tejido social de Córdoba. Antes de Prolibertas, hubo momentos en los que no había subvenciones públicas y se abría todos los días. Después empezamos a recibir financiación junto con las aportaciones privadas y donaciones. El último ejemplo fue la semana pasada. Una señora quería celebrar el cumpleaños de su marido y pidió a los invitados que, en lugar de comprar un regalo, hicieran un donativo al comedor. Recibimos 3.500 euros. Ella se crió en el barrio, pero no la conocíamos de nada. Eso pasa a menudo. La hermana Antonia siempre dice que detrás del comedor está la providencia. Yo he visto muchos casos. Cada uno puede interpretarlo como quiera. Un día se rompió la cámara frigorífica, el arreglo fueron 350 euros y eso nos rompía las cuentas del mes. A las dos horas, vino una señora con un donativo para el comedor. Cuando lo abrí, había 350 euros. También pasa con los voluntarios, hemos tenido personas especiales porque hacían un trabajo muy importante y cuando han faltado, han aparecido otras para cubrir ese hueco. Hace poco, murió un voluntario que venía diariamente de lunes a sábado y al poco tiempo llegó otra persona dispuesta a hacer lo mismo. El comedor se mantiene gracias a la fe, ya sea fe en la divinidad o en las personas.

-Cuando uno trabaja tan de cerca con la pobreza, ¿se le endurece la piel o se hace más frágil?

-Yo siempre trato de no perder la perspectiva. Soy muy consciente de que soy una persona privilegiada y que en cualquier momento me puedo ver como un usuario de los que vienen al comedor. No quiero perder esa perspectiva, ni dejar de emocionarme o sentir empatía cuando alguien te plantea una situación desesperada, alguien que sufre, te mira a la cara y espera respuestas que tú no tienes. Esa emoción te permite ponerte en el lugar del otro, sentir que es una persona como tú que sufre la injusticia social y que hay que luchar por ellos. También procuro, por higiene mental, y porque tengo una familia y no puedo estar continuamente sufriendo, desconectar el fin de semana dentro de lo posible. A veces te encuentras a usuarios por la calle que te saludan y otras veces, si ha habido un problema en el comedor, te insultan. Los voluntarios y los trabajadores sentimos la satisfacción de ayudar pero sufrimos también esa parte violenta de la pobreza.

-¿Alguna vez han dejado a alguien en la puerta porque se acabó la comida?

-Siempre hemos procurado dar de comer a todo el mundo. Cuando ha habido colapso y no cabía más gente o han venido familias desesperadas con niños que no tenían nada para comer o cenar, se han ido con una bolsa de comida. En ocasiones, hemos tenido que pedir a alguien que se fuera, pero por su conducta violenta, agresiva, por comportarse de forma inadecuada. Los usuarios firman una ficha donde se comprometen a seguir unas normas básicas, somos muy flexibles, pero es importante fijar ciertos límites. En el comedor se sientan con otras personas y si alguien necesita venir aquí, quiere estar en un ambiente relajado y tranquilo. Además vienen personas desequilibradas o con trastorno mental a las que no podemos atender porque no tenemos recursos sanitarios para ello.

-¿Quién es su mano derecha?

-Aquí trabajamos en equipo. Somos 11 trabajadores y más de 80 voluntarios. Para nosotros, el compromiso de los voluntarios es fundamental, son un ejemplo de constancia porque realizan una labor encomiable sin recibir nada a cambio. Además están los trinitarios y las trinitarias, el padre José Luis Obispo y el equipo técnico en cocina y administración. Todos juntos hacemos que esto funcione.

-¿Qué efecto ha tenido en los usuarios la apertura del centro de día?

-Lo que más hemos notado es que podemos ofrecer un servicio integral. Ya no es solo el rato de la comida o la ducha, les damos un sitio para estar, lavandería, consigna, aula con ordenadores, acceso gratuito a internet, visitas culturales para que se sientan ciudadanos de pleno derecho y conozcan los recursos de la ciudad...

-¿Este recurso transforma a las personas?

-Yo creo que sí. Algunas personas, gracias a esta labor de ayuda, han logrado un empleo, hemos conseguido sembrar esperanza, en eso estamos, con actuaciones cada vez más globales. Nos falta contar con algún recurso de vivienda y espero que en un futuro podamos ofrecer alojamiento, orientada al housing first. Está claro que las personas que están en la calle lo que necesitan prioritariamente es un techo y que a partir de resolver eso se pueden trabajar muchos otros aspectos.

-En octubre del 2015, abrieron una cuenta para construir un comedor. Esa idea se descartó y lo último es la oferta de permuta del Ayuntamiento. ¿Cómo lo valoran?

-Llevamos muchos años trabajando en este tema porque vimos que el espacio actual no es viable, necesitamos mejorar las instalaciones. Nos pusimos a trabajar en el 2007, ha habido diferentes intentos con diferentes corporaciones municipales. A esta, le presentamos un proyecto de construcción y Urbanismo nos planteó después la permuta de terrenos. Eso fue en los inicios del 2016, pero estamos en el 2019 y no se ha concretado nada, se han planteado de palabra distintas opciones, pero sin acordar nada. Para nosotros sería fundamental unificar el servicio. Aquí hay muchos metros aunque hace falta una rehabilitación, porque no está en las mejores condiciones. La Casa de la Libertad ocupa solo una parte pequeña, esta sería la ubicación ideal para unificar los servicios. Conseguir de una vez que el comedor salga de donde está después de tantos años es nuestra prioridad para el 2019.

-Hay unas elecciones en medio, ¿tienen fe en que se concrete algo este año?

-No lo sé. La verdad es que me siento decepcionado de la política local porque las propuestas nunca aterrizan. Se habla mucho, a veces ni siquiera se habla porque no tienes al interlocutor disponible y otras veces, se habla para nada. Esto se ha tratado ya con tres corporaciones. Con esta hemos conseguido el centro de día gracias al área de Servicios Sociales. Los dos concejales que han pasado por ahí han apostado mucho por las personas sin hogar y vemos posibilidades para el nuevo comedor, pero no sé.

-¿Cuál es el escollo, por qué cuesta tanto?

-Eso me gustaría saber a mí. No lo sé. Ojalá salga adelante sobre todo, por la gente que atendemos, más de 1.500 al año. Creo que la gente que sufre la exclusión social, las familias que reciben el servicio porque no tienen recursos básicos garantizados merecen que saquemos esto adelante, dar una respuesta entre todos.

-Cuando empezó el mandato, se produjo la cesión del Rey Heredia, un edificio vacío que había sido ocupado. Sin embargo, este y otros edificios siguen vacíos, ¿cree que falta voluntad?

-Así es la política, ¿no? A veces priman las estrategias políticas por encima del sentido común, por encima de todo.