Un año más, con la llegada del adviento, los templos se visten de blanco y azul para recibir la festividad de la Inmaculada Concepción de María. En el día anterior, distintas vigilias, destacando la de los jóvenes en la Catedral, sirvió de preparación a este intenso día en el que la Virgen fue la protagonista absoluta.

La primera en hacer gala de su pureza inmaculada fue la Virgen de la Esperanza, que recorrió en rosario de la aurora las calles de San Andrés para dirigirse hasta el Santuario de María Auxiliadora, donde celebró la eucaristía. Mientras la belleza de la Virgen de la Esperanza volvía a San Andrés, los templos comenzaban a abrir sus puertas para poder venerar a la Virgen en sus distintas advocaciones, que ayer estuvieron en besamanos en distintos puntos de la ciudad. En estos irradió la veneración de las hermandades a sus titulares marianas, como el caso de la Virgen de Gracia y Amparo en San Nicolás o en San Lorenzo alrededor de la Virgen de la Palma. La dolorosa fue dispuesta bajo palio luciendo la saya obra de Antonio Villar que se bendijo la noche anterior, una pieza ofrendada por su hermandad con motivo del veinticinco aniversario de su bendición.

Sin salir del casco histórico, en la parroquia de Santiago, la Virgen de la Concepción volvió a recibir a los fieles, en esta ocasión dispuesta ante un elaborado altar cargado de solemnidad.

Para solemnidad el altar de la hermandad del Resucitado, que un año más se volcó con la Virgen de la Alegría, cuyo besamanos llenó de belleza Santa Marina. Belleza también la que desprendía la Virgen de los Ángeles en Capuchinos. En la función principal, fray Ricardo de Córdoba volvió a llenar de elogios a la dolorosa; por la tarde, los fieles se acercaron a sus plantas para besar su delicada mano. Y quienes también pudieron besar la mano de sus dolorosas fueron los barrios. Así, el Campo de la Verdad tuvo muy cerca a la Virgen del Dulce Nombre; el Cerro, a la Virgen de la Encarnación; el barrio del Naranjo, a la Virgen de la Salud, y el Parque Azahara, a la Virgen de la Victoria. Y como cada año, la hermandad del Sepulcro celebró función a la Inmaculada como también lo hizo la hermandad de la Purísima Concepción de Linares. Distintos lugares, distintas advocaciones, pero un mismo sentir: perpetuar una devoción a la Virgen que cada año llega pintada de blanco y azul.