La cabalgata de los Reyes Magos del 2020 pasará a la historia por los detalles. A grandes rasgos, pudiera decirse que fue una cabalgata como otra cualquiera, con sus tres reyes magos, sus tres pajes, sus catorce carrozas, sus kilos de caramelos y sus miles de cordobeses esperando ansiosos la llegada de los de Oriente. Hasta ahí, nada nuevo bajo el sol.

Sin embargo, basta aterrizar en los detalles para darse cuenta de que la de ayer fue una cabalgata diferente, tan singular como todas las demás. Pero con ese sello del cambio que se empezó a ver en la Navidad cordobesa con el nuevo alumbrado y el regreso de los motivos religosos a los iconos festivos. Para empezar, Melchor, Gaspar y Baltasar empezaron su recorrido en el Ayuntamiento de Córdoba.

Convertida en portal de Belén y el alcalde en posadero, la casa consistorial recibió a los Reyes Magos llegados en calesa junto a sus pajes, la delegada de Promoción de la Ciudad y el presidente de las Peñas, para escenificar una extraña representación en la que Córdoba, que según el relato era un lugar de parada camino de Belén, hizo las veces de Belén mismo para que Sus Majestades depositaran aquí sus ofrendas de oro, incienso y mirra. El primer edil, José María Bellido, acompañado por mujer e hijas en el evento, no dudó en pedirles a los magos en persona ayuda para que «Córdoba vaya mejor en el 2020 y pueda cumplir sus deseos».

Superado el momentazo de la ofrenda, que estuvo gratamente amenizado por el coro El Arte de nuestra Tierra, los Reyes enfilaron el camino hacia El Arenal en sus coches de caballos. Media hora después, daba comienzo la cabalgata oficial, sobre la que se habían despertado grandes expectativas en la ciudadanía, conocedoras del aumento del presupuesto respecto al año anterior y confiaba en recibir regalos y golosinas a manos llenas.

Aunque la cabalgata empieza en la plaza de Santa Teresa, miles de personas se concentraron como es habitual a la salida del puente de El Arenal para recibir al cortejo y empezar a recolectar chucherías. Cuál fue la sorpresa de los presentes cuando las primeras carrozas, las infantiles, pasaron a su lado sin soltar ni un caramelo, lo que generó la indignación del personal y una pitada importante. «Llevamos aquí desde hace horas, como todos los años, ¿por qué no tiran caramelos?», empezó a cundir entre los presentes. El tono del abucheo empezó a elevarse hasta que alguien debió cambiar la orden y la comitiva real empezó a lanzar golosinas. A la altura de Santa Teresa, los regalos empezaron a llover junto con los caramelos y entonces todo fue felicidad. Hay que ver lo que puede alegrar el día recibir un caramelo, una agenda con lápiz, un cepillo de dientes o una caja de possits si es gratis y cae del cielo. No hay más que ver la agilidad que desarrollan en esta coyuntura los y las abuelas que se desviven por atrapar los caramelos antes incluso de que lleguen al suelo para llenar las bolsas de sus nietecitos, mientras ellos saltan emocionados. Lástima que en el ansia viva por recoger golosinas, perecieran pascueros y flores a lo largo del recorrido, pisoteadas por niños y adultos a su paso. O que, en esa indiferencia cívica que acompaña a estas fiestas, muchos prefirieran tirar los papeles al suelo en lugar de envainárselos en el bolsillo hasta ver una papelera.

Atendiendo a las carrozas, también los detalles marcaron la diferencia. Está feo comparar, pero si bien todos los pajes iban en su correspondiente camello, no había color entre las carrozas de Melchor y Baltasar, austeramente decoradas, y la de Gaspar, presidida por un bello y colorido grupo de ratoncitos. La de Gaspar, patrocinada este año por Hipercor y El Corte Inglés, tuvo su particular despliegue pirotécnico a la altura de Ronda de los Tejares, punto álgido de la cabalgata año tras año.

Vídeo: Programa especial sobre la cabalgata de Córdoba en PTV.

INCLUSIÓN / Por cierto que la de Córdoba es una cabalgata de lo más inclusiva, no solo por la presencia de personas discapacitadas, que también, sino porque contó con familias musulmanas residentes en Córdoba. «Mis hijos no son cristianos, pero viven aquí y no queremos que se pierdan esta fiesta», explicó una madre con jihab mientras sus hijos recogían caramelos.

Hay que reconocer que los Reyes Magos, que trabajan poco el resto del año, ayer se lo curraron. El rey Melchor, elegido por el pueblo en el mismo Ayuntamiento que ayer lo recibió (paradojas mágicas), rebosaba aún energía a la altura del Paseo de la Victoria, donde se marcó un dancing con la banda que iba detrás tocando villancicos mientras le daban la orden de reanudar los lanzamientos de chuches.

Gaspar también lo dio todo. Y eso que los elfos de Fepamic y Acpacys, que debían acompañarla delante de su carroza, tuvieron que incorporarse delante de Melchor por motivos de seguridad. El joven Baltasar, como muchos de los participantes en el cortejo, seguro que sufre hoy las agujetas tras el despliegue de energía, que a punto estuvo de dejarlo pálido pese a ser el más moreno.

A paso ligero, las carrozas avanzaron de recarga en recarga cumpliendo a rajatabla el horario establecido. Más de uno se volvió a casa con principio de cólico. «Llevamos una hora esperando a que lleguen y me he comido por lo menos un kilo de pipas y kikos», dijo Pedro, padre de un niño de 3 años que iba subido sobre sus hombros, «pero cuando he visto los paquetes de conguitos, no me he podido resistir». Otra cosa son los caramelos duros. «Esos van todos en la bolsa para casa», sentenció la madre de Pedro, «todavía tengo caramelos del año pasado». Por si acaso, mejor será que, salvo necesidad perentoria, nadie se haga hoy la prueba del azúcar, no vaya a ser que se lleve un susto. A juzgar por las cajas de roscones de reyes que se vendieron en los alrededores de la cabalgata mientras las carrozas desfilaban, parece que a muchos les sobraron ganas de dulce para hoy. Según una maestra, la nota de la cabalgata del nuevo gobierno fue: «Progresa adecuadamente».

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