Se cumple esta semana el 70 aniversario del origen de los cursillos de cristiandad, que nacieron como preparación de una peregrinación a Santiago de Compostela desde Mallorca en 1949. En la actualidad, se realizan en Córdoba cada año unos catorce cursillos con una media de 25 personas en cada convocatoria. La media de edad de los cursillistas ronda los 40 años, pero los hay desde los 20 hasta los 70. Para el presidente nacional, el cordobés Álvaro Martínez, participar en un cursillo es «una experiencia de búsqueda».

-En el siglo XXI, ¿cómo es un cursillo de cristiandad?

-En el siglo XXI y en el XX. Básicamente es una experiencia de encuentro con Dios en un formato de convivencia de tres días.

-En la actualidad, ¿este tipo de convivencia tiene gancho? ¿Tiene tirón? ¿Hay mucha gente que acude a estos cursillos?

-En España se celebran 250 o 300 cada año. No son números abrumadores, pero sí responden a una necesidad, consciente o inconscientemente, que existe en las personas, que es la de buscar sentido y fundamento a nuestras vidas. Nosotros entendemos que eso se puede conseguir desde la reflexión, desde la interiorización y desde el replanteamiento de la vida de cada día.

-¿La edad varía según la temática que aborde el cursillo?

-No, todos los cursillos son similares. Depende de la época del año y de la disponibilidad de la persona que los puede hacer. Un planteamiento muy importante de los cursillos es su heterogeneidad. Es curioso comprobar cómo personas de diferentes de edades, procedencias e incluso de planteamientos religiosos o culturales dispares son capaces de compartir, de conocerse y de reflexionar juntos. Es una experiencia humana muy enriquecedora.

-¿Dónde se realizan en Córdoba? Existía una casa de ejercicios espirituales en El Cerrillo.

-Sí, pero desde los años 60 hay una casa también en la Sierra, pero más por la zona de la Castilleja. Es un edificio singular, lo diseñó Rafael de la Hoz y es en esta casa donde se celebran.

-¿Qué supone para usted este 70 aniversario? ¿Cómo se va a celebrar?

--Para nosotros, celebrar 70 años de un camino que ha ayudado a muchas personas en Córdoba y en España, porque les ha permitido vivir su vida con más alegría y con más plenitud, es un motivo gozoso y de compromiso, porque creemos que tenemos algo que merece la pena y tenemos el empeño de seguir haciéndolo. A nivel local, en cada ciudad nos vamos a poner de acuerdo para tener una ceremonia o más bien un recuerdo.

-¿Para qué tipo de personas son los cursillos de cristiandad? ¿Para personas alejadas de Dios y de la Iglesia o para católicos practicantes?

-Para personas alejadas de Dios y de la Iglesia fue el planteamiento inicial para acercar a las vivencias religiosas a aquellas que no estuvieran en el entorno de la Iglesia. Y en ese sentido, siguen teniendo ese carácter de primer anuncio. Una primera experiencia inicial. De ninguna forma se constituyen en excluyentes para nadie. Ahora mismo, se invita a los cursillos a gente que esté en búsqueda, es el planteamiento común, porque es una experiencia de búsqueda. Esa búsqueda puede provenir de una situación de fe o simplemente de gente que ha tenido una formación inicial religiosa y ha dejado de vivirla.Tiene una orientación de puerta de entrada, pero también para reafirmar una vida de fe.

-Yo creía que los cursillos eran como un máster para católicos.

-No, es al revés. Es justo el comienzo. Son el primer anuncio, el ir a lo fundamental cristiano. Procurar hacer ver que ser cristiano es algo muy simple.

-¿Cómo invitaría usted a un ateo a acercarse a estos cursillos?

-Yo creo que el decir, con palabras, es muy difícil. A las personas se las atrae desde el conocimiento, desde la cercanía, desde un testimonio de vida. Oye, yo tengo algo que a mí me da sentido a mi vida y si tú estás buscando o te estás planteando algo así, yo te puedo ofrecer lo que a mí me ha ayudado. Desde esa actitud es lo que procede. Desde la mayor sencillez y desde la mayor humildad. Creo que en nuestras vidas puede haber algo más valioso de lo que pensamos. Todos teníamos que tener esa actitud de apertura o de búsqueda a la plenitud y a sacar de la vida todo lo más grande que podamos sacar y desde esa dimensión el planteamiento de una experiencia de fe puede tener sentido. Yo creo que las palabras no convencen a las personas, que lo que convence es la coherencia de vida.

-¿Es posible experimentar el amor de Dios haciendo estos cursillos? ¿No es tirar muy alto?

-Suena raro. No estamos acostumbrados a plantearnos estos temas en la vida que llevamos y puede sonar anacrónico en muchos ambientes, pero la realidad es que sí. Yo puedo hablar de mi experiencia y la realidad es que sí. La base de ser cristiano no es una doctrina, sino es experimentar que Dios no es algo, sino alguien, y lo llamamos amor. Para mí, es algo absolutamente cierto y es algo que he tenido el privilegio y la fortuna de vivir personalmente. Una experiencia de paz, de profundidad, de sentido, del amor de Dios. Ver que sorprendentemente Dios tiene sitio en nuestras vidas. Cuando entra en nuestras vidas nos las hace vivir y sentir de una forma diferente. Es una experiencia de fe. Es algo que nos lleva a una experiencia no cotidiana.

-Es catedrático de la Universidad de Córdoba de Parasitología. ¿Cómo combina ciencia y fe?

-Sin ningún problema. A mí la ciencia me hace percibir y entender la realidad de lo medible, pero estoy absolutamente convencido de que no es la única dimensión de la realidad. Esa otra dimensión que no puedes llegar con los planteamientos científicos, que es la de las relaciones humanas, de los sentimientos, de las vivencias. En esa otra dimensión es donde se enmarca mi fe. Cada una tiene su ámbito de actuación. La ciencia es ciencia, la fe es fe, y la ciencia no condiciona la fe y la fe no condiciona la ciencia.