La historiadora andaluza Guadalupe Adámez Castro ha titulado Gritos de papel su estudio sobre las cartas de súplica que miles de exiliados españoles escribieron a organismos públicos, sindicatos, partidos y familiares sobre una situación tan penosa que, según la historiadora, resume «toda la tristeza del exilio». El estudio no se limita a cartas desde el exilio, sino que arranca con los primeros refugiados de 1936 por las acciones bélicas, y su autora ha revisado cartas conservadas en un total de 38 archivos oficiales, de partidos, sindicatos e instituciones humanitarias de España, México, Francia, Reino Unido y otros de carácter internacional.

El estudio de Adámez Castro, publicado por la colección de Historia Contemporánea de la editorial Comares, se abre con la carta de una joven gallega que, conservada en el Instituto de Antropología e Historia de la ciudad de México, pide a su padre, refugiado en México en 1949, que no volviese nunca a España.

La historiadora, que centra gran parte de su investigación en Andalucía, destaca, además del valor testimonial de estas cartas, su carácter humano, ya que, como en el caso de esa joven gallega, que escribió su carta sin cortapisas, sabedora de que su escrito le llegaría a su padre extraoficialmente, describe con crudeza la situación en que ha quedado su familia en España, en 1940.

Los refugiados y exiliados españoles escribieron a organismos nacionales e internacionales «miles de peticiones y súplicas» que estos organismos se encargaron de clasificar, tramitar y archivar, gracias a los cual se ha conservado un gran número de ellas, que suponen una «instantánea» social, política y humana de un elevado número de españoles durante la Guerra Civil y, sobre todo, en la inmediata posguerra.

El rastreo de estas cartas, según Adámez Castro, es «fundamental para desenterrar la historia más olvidada del exilio español», que es la de los refugiados anónimos que apenas dejaron otro rastro de su penosa experiencia. En cuanto a la naturaleza de las peticiones, las primeras son sobre asistencia social, seguidas de las de los campos de concentración franceses al comienzo del exilio.