Las obras de reurbanización de La Ribera siguen deparando sorpresas, aunque esta vez agradables. A los hallazgos arqueológicos que se han sucedido desde su inicio y que obligaron a la Junta de Andalucía a replantearse algunos de sus planes, se une ahora un pequeño tesoro escondido hace más de dos siglos casi a la orilla del Guadalquivir. El arqueólogo Enrique León encontró ayer por la mañana de forma fortuita trece monedas de oro acuñadas durante el reinado de Carlos III.

Las monedas estaban frente a la Puerta del Puente y junto al Puente Romano, en una rampa que daba acceso al camino del embarcadero que discurría por delante de la muralla del Alcázar. Su teoría es que alguien, temiendo la llegada de los franceses a la ciudad, las escondió allí para que no se las robaran las tropas enemigas. Después, no llegó a recuperarlas, tal vez porque lo mataron o porque no pudo dar con ellas. Tampoco lo hicieron por él, por lo que quedaron enterradas hasta ayer.

El propio arqueólogo, que trabaja para Urbanismo --administración que colabora con la Junta en esta excavación--, relata que todas las monedas se hallaban agrupadas bajo un estrato de cal y están "perfectas". Por ello, explica que solo ha hecho falta "echarle agua para quitarle la arenilla". Junto a las monedas no había ningún tipo de envoltura, por lo que, si realmente estaban guardadas en algo, se ha descompuesto con el paso del tiempo. En el momento en que aparecieron, el arqueólogo las depositó en una caja fuerte de la Gerencia de Urbanismo, que hoy mismo las enviará al Museo Arqueológico.

Las monedas fueron emitidas en 1776 --tres--, 1777, 1778, 1781, 1782, 1783 --dos--, 1787, 1795, y 1801, y pueden tener un valor que ronda los 20.000 euros. Su tamaño es como una moneda de las antiguas 500 pesetas. Cada una se correspondía con ocho reales o escudos de Carlos III.

La zona que se está excavando ahora para instalar el colector de la Ribera, concretamente el tramo que se introducirá por el arco ciego del Puente Romano --su ojo oculto--, se ha utilizado entre los siglos XVII y XIX como vertedero. Allí, y según aclara Enrique León, "la gente echaba todas las inmundicias". Es, por tanto, un lugar "raro para ser un escondite de este tipo". Debajo de la capa de cal que ha dejado al descubierto las monedas, había restos de mampostería y material de construcción antiguo. Tal vez, la persona que enterró allí este pequeño tesoro pensó que a nadie se le ocurriría mirar en un basurero. Y no se equivocó, pero no contó con la pericia de los arqueólogos del futuro.