Mujer de taxista, madre de dos hijas y apasionada de los coches y la conducción, decidió turnarse con su marido el día que oyó al médico decirle que tantas horas sentado en el coche podían pasarle factura a su salud. Desde entonces, hace 31 años, mantiene su vocación intacta. <b>

-¿Por qué se hizo taxista?

-Mi marido está ya jubilado, pero hace más de 30 años un médico le dijo que estaba mal de las piernas y la espalda y que podía acabar en una silla de ruedas. Eso me dio que pensar que qué haríamos entonces, lo hablé con él y desde entonces yo he trabajado por las mañanas y él por las tardes.

-¿Fue usted la primera mujer taxista de Córdoba?

-Hubo otra mujer taxista antes que yo, pero lo dejó al poco tiempo, así que yo soy la más antigua.

-¿Le gusta conducir?

-Me encanta, para mí no hay un placer más grande que estrenar un coche, siempre he sido una apasionada. Sin hablar prácticamente el idioma, me saqué el carnet a los 20 años en Alemania, donde pasé 12 años y conocí a mi marido. Fíjate si me gusta conducir que en vacaciones tampoco dejo el coche porque lo que me gusta es irme al norte y hacer kilómetros.

-¿Y la mecánica, eso también?

-Sí, también. Soy muy curiosa y en los talleres siempre me iba fijando en lo que hacían, así que he cambiado ruedas de repuesto, cables de frenos, baterías...

-¿Cuántos kilómetros han hecho con el taxi entre su marido y usted?

-Hemos tenido 13 o 14 coches y siempre los hemos entregado con más de 400.000 kilómetros.

-¿Ha sentido machismo al volante?

-Me duele decir esto, pero es la verdad, yo he sentido más el machismo de los compañeros que de los usuarios. Más de una vez me han dicho «tú donde tenías que estar es fregando los platos en tu casa». Antes, si te bajabas en una parada a saludar, eras una fresca, y si no te bajabas, eras una esaboría. Afortunadamente, los tiempos han cambiado aunque seguimos en minoría. Hay más de 800 taxistas en Córdoba y solo 30 son mujeres.

-¿Se considera usted feminista?

-A mí esa palabra no me gusta. Yo creo en la igualdad, pero no sé si llegaremos a eso algún día, el machismo está muy arraigado en la gente y la cosa no va a cambiar hasta que las mujeres no enseñen en casa las mismas cosas a los niños y a las niñas.

-¿Qué es lo mejor de su trabajo?

-Que te da mucha libertad, puedes hacer otras cosas porque tú te marcas el horario, y animo a las mujeres a que se hagan taxistas. Yo he llevado a mis niñas al colegio por la mañana y luego, al coche, sin dar explicaciones a nadie. Eso es una maravilla.

-¿Ha pasado miedo al volante?

-A veces coges a alguien y tú sola te montas una película y vas con miedo, pero no he tenido percances, salvo una vez con una señora que se quiso bajar del coche sin pagarme.

-¿Qué le cuentan en el taxi?

-La gente te cuenta de todo, sobre todo las mujeres. El taxi es una especie de confesionario porque solo te ven el cogote y hay mucha necesidad de hablar con otras personas. Lo mismo te cuentan un chiste que se ponen a llorar y se desahogan contigo. A mí además me gusta mucho hablar con todo el mundo y escuchar, así que para mí también es una terapia porque mientras estoy hablando se me pasan las horas volando.

-¿Cómo ve el futuro del taxi?

-La cosa está fea, pero yo tengo esperanza en que se arregle, creo que seremos capaces de luchar y adaptarnos a lo que viene.