Un fin de semana más, por segundo consecutivo, el aficionado del Córdoba se fue a la cama con el mal sabor en la boca y el disgusto en el estómago.

Duran poco las alegrías en la casa del pobre, y tras la victoria copera en el campo del Lorca entre semana, la tristeza vuelve a apoderarse del cordobesismo. Por lo menos fue rápido, casi indoloro, de tanta premura que se tomaron los chicos del Barça B en golear al Córdoba en la primera parte. Cada cabalgada de Vitinho, Arnáiz o Aleñá ponía las manos en los ojos del cordobés, que veía el encuentro, entre asombrado y apesadumbrado, por la facilidad con la que los atacantes rivales llegaban y marcaban.

Más de uno, a buen seguro, no esperó a la segunda mitad, y aprovechó las escasas horas de sol que restaban para salir a la calle a hacer planes más gratificantes. Porque como si de un presagio de lo que queda por venir se tratase, el otoño se adelantó dos semanas para llenar de nubes grises y frío intempestivo los sueños del cordobesismo.

No es día de leer el periódico con el café por delante, en casa o en la terraza del bar de la esquina. Es tiempo de buscar la cazadora, abrochársela por encima de la camiseta y esperar a que el diluvio no caiga sobre El Arcángel. «Que no me mencionen el partido de ayer», pensará más de uno. Hablemos de Contador, que ganó a la heroica en el Angliru. O del derbi asturiano, que volvió catorce años después. O de Nadal, que se ha metido en la final del Abierto de Estados Unidos.

Porque comentar el partido de ayer no trae nada bueno, genera ansiedad y acogota el pecho del que siente el escudo blanquiverde. Con esto del otoño adelantado y de los nubarrones en el horizonte, también más de uno habrá pensado en los mantecados anticipados. Esos que muchas cadenas de hipermercados comienzan a poner en sus expositores a mediados de octubre. Lluis Carreras ya no se los comerá en el banquillo del Nàstic, y vistos antecedentes de otras temporadas, no será el único.