Llegaron como caracoles, poco a poco, buscando el sol por la Ribera y en los aledaños de El Arcángel. Y se fueron como una manada de rinocerontes cabreados, camino a sus coches. El coliseo ribereño del Córdoba rara vez vio una salida tan rápida de sus aficionados, aunque la hora del partido, empezado al mediodía y acabado a las dos de la tarde, era desde luego proclive a ello. Había ganas de llegar al almuerzo dominguero y mucho hartazgo con el equipo y con la directiva del club blanquiverde. A los primeros bastantes asistentes les llamaron «mercenarios», y a los segundos les dedicaron algún cántico pidiendo su «dimisión». Pero el ambiente no fue irrespirable. La desazón se demostraba con pitos aislados cuando los futbolistas del Córdoba fallaban pases en teoría sencillos. Lo que ocurrió más de una vez.

El gol de Iza Carcelén para el Rayo Majadahonda, en el minuto 37, encrespó los ánimos, y la pitada al descanso fue de aúpa. Los jugadores se fueron a vestuarios con las orejas gachas y caras de pocos amigos, de igual forma que lo hicieron al final del partido, a pesar de haber resistido durante 20 minutos el empate a uno con un futbolista menos. Entre medias había marcado Federico Piovaccari un buen tanto desde el borde del área. El ariete italiano, que salió en sustitución de Erik Expósito unos diez minutos antes de anotar su tanto, fue de los más aplaudidos por la grada de El Arcángel. No fue el caso de Aythami Artiles, que pidió hace unos días salir del Córdoba rumbo a Las Palmas y que cometió un grosero error -el segundo similar de este equipo en dos jornadas consecutivas, tras el que tuvo De las Cuevas en Tarragona- y dejó a los suyos con uno menos por tratar de bloquear un saque de banda teniendo ya una cartulina amarilla. La afición blanquiverde puede perdonar esas actitudes en chavales como Luis Muñoz o Andrés Martín -se pidió la salida de este último cuando calentaba en la segunda parte, aunque Curro Torres optó por otros cambios-, pero no en jugadores con la experiencia y la veteranía de Aythami. Y menos con lo que había pasado en torno al central canario en los días previos. «Vete ya a tu tierra», dijo algún hincha cabreado, aunque tampoco fue el sentir mayoritario del respetable, que estaba más preocupado de ver si su equipo era capaz de aguantar el exiguo empate en inferioridad.

El técnico Zinedine Zidane, padre del jugador majariego Enzo, estuvo presente en uno de los palcos privados

Andan desilusionados los cordobesistas con una temporada, otra más, que muy pronto se pone cuesta arriba. El equipo no termina de arrancar, el efecto del cambio de entrenador tampoco ha surtido gran efecto -lo de Torres, más que levadura, hasta ahora ha sido más bien gaseosa-, y eso se nota en la asistencia al estadio en cada jornada. La media esta temporada es de 10.319 aficionados, más o menos los que acudieron ayer para presenciar el partido ante el Rayo Majadahonda -10.651-. El club cordobesista tiene más de 14.000 abonados, según cifras oficiales, por lo que hay 4.000 socios que casi nunca acuden al estadio. Un club puede subir o bajar de categoría o cambiar de presidente, pero como se escuchó desde los dos fondos de El Arcángel ayer, los que siempre aguantan son los hinchas. Los que están ahí por afición, en el caso del Córdoba casi por devoción religiosa, pase lo que pase. Han de tomarse medidas para que la masa social del conjunto blanquiverde no pierda el ánimo ni el espíritu. Sin ellos sí que no es posible otra segunda vuelta como la de la pasada temporada. H