Prácticamente ninguna encuesta daba al PP el resultado que ayer arrojaron las urnas: 137 escaños (33% de los votos), 14 parlamentarios más que los obtenidos el 20 de diciembre. El presidente en funciones, Mariano Rajoy, consiguió lo que buscaba en la repetición electoral, mejorar sus posibilidades de retener el poder y un resultado así refuerza y considerablemente su posición. Aun así, los populares no suman mayoría absoluta con Ciudadanos (se quedan a siete asientos de los 176 necesarios) y saben que no será fácil la negociación necesaria para mantenerse en la Moncloa.

Su esperanza consiste en que se deje gobernar a la fuerza más votada, bien con el apoyo a la suma de Partido Popular y Ciudadanos de algún partido minoritario, bien con la abstención de un PSOE que sale de la cita con las urnas debilitado (85 parlamentarios, cinco menos), aunque mucho mejor de lo que pronosticaban las encuestas. «Esta vez los socialistas nos tendrá que apoyar», era la reflexión, casi clamor, más extendido ayer en el cuartel general de los populares.

Los ánimos en el partido conservador pasaron en la noche electoral de la inquietud ante los sondeos que arrojaban las urnas al entusiasmo. Rajoy salió al balcón de la sede nacional pasadas las doce de la noche, arropado por su esposa, Elvira Fernández, y la cúpula del PP. Visiblemente contento, reclamó su «derecho a gobernar» y anunció su intención de «negociar con todos con el único horizonte de defender a España». También tuvo palabras de agradecimiento hacia su formación política por tener «fe» en la victoria.

Las sensaciones de los populares a lo largo de la campaña eran buenas, percibían que buena parte de los votantes han exonerado sus fallos y otra buena parte les prefieren ante el miedo, que han agitado y con ganas en la campaña, a la llegada de un gobierno de Pablo Iglesias. Pero el equipo de Rajoy no las tenía todas consigo puesto que temían que la unión de Podemos e IU les arrebatase los llamados restos de escaños, los últimos asientos en varias provincias, por pocos votos y esta situación provocase una victoria pírrica del PP.

EL EMPUJE DEL ‘BREXIT’ // Sus temores aumentaron cuando al final de la campaña saltó el Fernándezgate, las grabaciones del ministro del Interior en funciones con el jefe de la Oficina Antifraude que demuestran -presuntamente- sus maniobras para imputar a los partidos independentistas casos de corrupción. Aunque los populares consideraban que estas escuchas no espantan al votante más conservador, sí temían no seducir a los militantes de C’s, uno de sus objetivos. Si bien, el viernes llegó el brexit y el PP comprobó como el miedo a la incertidumbre que se ha instalado con la salida del Reino Unido de la UE reforzaba sus posibilidades como el partido, como han machacado en los últimos meses, capaz de dar «seguridad» y «confianza» a los españoles, los mercados e inversores.

De hecho, uno de los tracking internos efectuado el viernes ofrecía al PP un resultado similar al obtenido en las urnas, pero los populares no acababan de darlo por cierto. También sus sondeos pronosticaban que Podemos sería segunda fuerza y, al igual que el resto de estudios demoscópicos, estaban equivocados.

Aun así, esta situación les permitió insistir en un mensaje: la necesidad de «concentrar» el voto en el PP para impedir un Ejecutivo de los morados. Por ello, Rajoy apeló a los votantes de Ciudadanos para que en 25 provincias donde no obtuvo escaños el 20-D no «tiraran el voto» y apoyaran a los populares. Y la estrategia les ha funcionado.