Lo fácil es mirar para otro lado y convivir con una realidad que se ha incrustado en el paisaje, pero que no oculta un grave problema humanitario, que contraviene derechos fundamentales de la mujer y del niño. En lugar de ser un ejemplo de integración, Córdoba aparece ahora como una ciudad indolente, que parece mirar hacia otro lado cuando se cruza con niños y madres prematuras que son obligadas a mendigar. Esto no es un patrimonio de humanidad.