--¿La falta de apoyo del Partido Popular restringió el margen de maniobra del Gobierno en la negociación con ETA?--Es evidente que en cualquier circunstancia el Gobierno está más fuerte si cuenta con el apoyo de la oposición en la política antiterrorista. Es de sentido común.

--Otra particularidad de este proceso es que nunca el presidente había tenido tanto protagonismo al negociar con ETA, arriesgando su crédito si fracasa, como es el caso.--En un tema tan trascendente, mi concepción del poder es que el presidente debe asumirlo directamente. No es una muestra de responsabilidad ante la ciudadanía quedarse en segundo plano, hay que dar la cara aunque se corran más riesgos.

--Asumir responsabilidades... ¿Admite haber hecho algo mal?--Habría que dejar pasar algún tiempo, tener más perspectiva. Pero no tengo inconveniente en reconocer que, en mi afán de ver el fin de la violencia, transmití a la ciudadanía unas esperanzas muy consistentes sobre el fin de ETA que luego, al no producirse el final esperado, pueden haber causado una desazón intensa.

--¿Pecó de voluntarista con ETA o tenía mala información?--Todos los procesos de paz son difíciles, y cuando se ponen en marcha nadie puede tener la seguridad de que van a resultar exitosos. Cuando arranca el proceso, un gobernante tiene la obligación de poner todo de su parte para que pueda llegar a buen puerto, y desde luego yo lo hice. Lo saben bien los ciudadanos vascos y los españoles. Lo que sucede es que ETA está en una espiral de pérdida absoluta del sentido de la realidad, aparte de estar inmersa en una espiral de sometimiento al terror, a la muerte y a la violencia que es muy degradante. Esa evolución que debe conducir al abandono de la violencia se producirá, aunque requerirá más tiempo. La democracia ha hecho una larga marcha, pero estamos en la fase final, no tengo ninguna duda. No podemos hacer previsiones temporales, pero ETA tiene cada día menos apoyo social y menos resistencia organizativa. Recuerdo que dije más de una vez que el proceso para intentar el fin de la violencia sería largo, duro y difícil. Nunca lo di por seguro, aunque tenía expectativas. Por mi experiencia, la misma que han vivido todos los presidentes, quien gobierna tiene el deber moral de intentarlo, con la condición de que la democracia no pierde con ello. Quien ha perdido es ETA y quienes la apoyan.

--Al dialogar con Batasuna, ¿mezcló la paz y la política?--Prometí que primero era la paz y después la política, y fielmente lo cumplí. Precisamente por eso no llegó la paz, está clarísimo. No di ni un solo paso político, porque el compromiso que adquirí públicamente, y también la condición que estableció la resolución aprobada por el Congreso, era que el fin de la violencia y del terrorismo en ningún caso podía tener un precio político. El principio básico era que el final de la violencia tenía que ser el desenlace de un proceso de diálogo basado en la premisa de que la organización terrorista estuviera decidida a abandonar las armas. Y a partir de ahí, en un proceso de paz que siempre es complicado, que aquellos que durante muchos años han dado su apoyo a la violencia pudieran incorporarse a la política, siempre con respeto a las leyes que conforman la democracia. Esto es así de evidente.

--¿Engañó a los españoles al reabrir contactos tras la T-4?--No, porque aquello fue un intento, un último suspiro, que se planteó antes de la ruptura formal del alto el fuego. Fue una iniciativa de expertos que han estado en la facilitación internacional del proceso, con algún otro apoyo importante, y lógicamente exigía una cierta prudencia. Fundamentalmente, por quienes habían participado en ello. Fue un intento que, pese a lo que se nos transmitía, yo tenía muchas dudas de que fuera a fructificar. Comprobamos que no había voluntad de abandonar la violencia y punto, hasta hoy. No hubo un intento de ocultar nada, simplemente la prudencia en atención a las personas que participan en el proceso, la necesidad de ser responsable, como cualquier gobierno en circunstancias de esta naturaleza. Fue un intento desesperado, pero sí, puedo decir que yo lo conocí, lógicamente, y no cuajó.

--El Supremo juzga "desproporcionado" suspender las actividades de EHAK y ANV, como pedían Gobierno y fiscalía. Tras insistir en que no había pruebas, ¿al final ha actuado forzado por las presiones del PP?--No, hemos demostrado que no actuamos presionados por el PP. Es elemental: ANV emergió en las últimas municipales, y entonces todos podíamos tener indicios políticos de que se movía en el terreno de Batasuna o de la izquierda aberzale. Pero para tener indicios jurídicos o hechos probados, que es lo único que vale ante un tribunal para probar una conexión o la sustitución de Batasuna por parte de ANV, tenía que transcurrir un tiempo. Hace falta algo más que una intuición para iniciar la ilegalización, que afecta a los derechos fundamentales de asociación y participación política, muy protegidos en la Constitución.

--Ahora afirma que ninguna otra tregua tendrá credibilidad, que para volver a dialogar con ETA antes esta deberá anunciar que deja las armas. ¿Es realista esperar una declaración unilateral de ETA sin que medien contactos previos?--Es lo único que espera ya la gente, tras el último proceso de paz porque todos hemos agotado la paciencia. Una declaración espontánea es el único camino después de lo que ha sucedido.

--¿Lo estima probable?--Hombre, son cerca de 40 años de violencia, de una actividad de locura. Lo que es evidente es que en algún momento se demostrará que este proceso de paz no habrá sido en balde, que habrá servido para que ETA sea cada vez más un fenómeno y una organización terrorista en vías de desaparición. No tiene ni camino ni salida en ninguna parte.

--El jueves tuvo una cena cordial con el nuncio del Vaticano, tras la polémica nota de los obispos ante el 9-M. En las relaciones con la Iglesia, usted amaga pero no da: ¿revisará o no su financiación y su presencia en la vida pública?--Hay actitudes de unos miembros de la jerarquía de la Iglesia que tenemos que aclarar, y el momento de hacerlo será después de las elecciones. Me propongo abrir un diálogo abierto, con un objetivo positivo, que es mantener las relaciones, pero también con el respeto de unos principios muy claros de lo que deben ser esas relaciones.