CARTA ILUSTRADA

El móvil y la educación

Unos jóvenes miran sus teléfonos móviles.

Unos jóvenes miran sus teléfonos móviles. / CÓRDOBA

Rafaela Ayala Marín

No pongo en duda la utilidad del móvil en nuestras vidas, convirtiéndose en una herramienta casi básica para el ser humano. Y subrayo la palabra casi porque existe un porcentaje alto de individuos que confunden lo básico con lo imprescindible, llegando a provocar enfermedades de adicción, lo que puede resultar muy peligroso. Es decir: el móvil es complemento de comunicación pero nunca un sustituto.

Pero en este texto, me gustaría profundizar en algo que se está dando actualmente muy perjudicial en la educación, y dudo mucho que lo contemple ‘La ley Celaá’. De hecho, dicha ley permite pasar de curso con suspensos: algo inadmisible. No sé si exagero mucho al decir que dentro de 10 ó 20 años, no hace falta aprender nada. Por desgracia, pueden desaparecer los estudios y las escuelas: un estudiante de 14 años, perfectamente, puede pensar: «¿Para qué me voy a esforzar en empollarme trozos de libros y examinarme, si lo tengo todo en este dichoso aparato, con darle a una teclita?»

La ley del mínimo esfuerzo se está implantando en España de forma brutal y muy dañino. Personalmente, no quisiera amargar la vida a nadie, pero, yo regularía o restringiría el móvil, al menos, a los menores de 16 años, lo mismo que ocurre con otras cuestiones. Parece que en los últimos tiempos suena muy fuerte la palabra «prohibir», haciendo un llamamiento a los nuevos padres.

Este vulgar aparatito del móvil amenaza y bloquea la mente humana en un futuro.