Nepal intenta reponerse de un seísmo que deja imágenes de cadáveres apilados, labores de rescate con medios pedestres, caos en la ayuda, comunicaciones difíciles y otras escenas desgraciadamente habituales de los desastres en países subdesarrollados. La factura supera los 2.500 muertos y 5.000 heridos, según las cuentas oficiales de ayer. El paso de las horas la agravará porque muchas zonas cercanas al epicentro siguen incomunicadas.

Cientos de cadáveres fueron llegando durante toda la jornada a un hospital de Katmandú. En los congestionados centros médicos, el personal ha levantado tiendas de campaña para tratar el caudal incesante de heridos. "La electricidad está cortada; los sistemas de comunicación, saturados; los hospitales, masificados, y nos estamos quedando sin sitio para los cadáveres", dijo a AFP Helen Szoke, jefa ejecutiva de Oxfam Australia.

DURO GOLPE AL PAIS Los equipos de rescate necesitaron toda la noche del sábado para abrir con picos la entrada de un edificio porque las estrechas callejuelas del centro histórico de Katmandú impiden el paso de bulldózers. A ellos se han sumado ciudadanos y turistas que usan sus manos a falta de material. Se cree que aún quedan con vida víctimas encerradas en los edificios arruinados por los 7,9 grados del seísmo. Algunas construcciones se derrumbaron sin remisión mientras otras aguantan en posturas retorcidas pareciendo esperar el descabello. La capital, de tres millones de habitantes, ha concentrado los mayores daños. Las imágenes muestran a la población deambulando entre los escombros en busca de pertenencias y familiares. El seísmo ha acentuado las dificultades de la vida en Nepal, uno de los países más atrasados de Asia.

Miles de personas en Katmandú han pasado su segunda noche en la calle, padeciendo las bajas temperaturas pero con demasiado miedo a regresar a sus hogares. El último recuento cifra en 721 los muertos solo en la capital. India ha comunicado el fallecimiento de 67 personas, mientras que la agencia Xinhua habla de 18 muertos en China.

Las frecuentes réplicas de hasta 6,7 grados siguen entorpeciendo las labores de rescate, extendiendo el pánico y arruinando las precarias infraestructuras. Una de ellas forzó el abandono de los controladores aéreos, la clausura del aeropuerto de la capital y el desvío de vuelos, lo que ralentizó la llegada de ayuda internacional. El suministro eléctrico, que ya de por sí sufre frecuentes interrupciones, ha quedado cortado en amplias zonas de la capital. La red nacional de telefonía móvil también va a trompicones.

El terremoto ha arrasado parte del rico patrimonio histórico de un país que nutre sus arcas del creciente turismo. Las nueve plantas de la torre Dharahara se vinieron abajo el sábado cuando al menos 150 personas la estaban visitando.

Docenas de países han ofrecido ayuda. Los primeros en responder han sido China, Pakistán y la India. Aviones indios aterrizaron ayer con 43 toneladas de material de auxilio y 200 rescatadores. Un experto equipo chino de 63 personas también llegó a la capital, y se esperaban cuatro aviones paquistaníes con material sanitario y médicos.