Dos horas antes de que abrieran las puertas, Rosa García se apostó en la fila para entrar en Super Dorsay, centro comercial ubicado en el este de Caracas. En la entrada, un cartel advierte de que ya no quedan neveras, lavadoras, televisores, planchas, cocinas ni secadoras, entre otros artículos, pero García se mantiene en espera con la esperanza de poder comprar algo, cualquier cosa. "Vamos a ver qué hay", dice esta ama de casa mientras aguarda.

"Hay que aprovechar los precios, ahora que los están regulando, pues habían subido de forma exorbitante", comenta en esa misma fila Antonio Villarroel, un profesor de música que ya ha estado antes en otros tres comercios en busca de oportunidades en las rebajas forzosas de precios que está obligando a aplicar el Gobierno de Nicolás Maduro. Dos semanas después de que el presidente venezolano pusiera en marcha una operación cívico-militar para obligar a las tiendas de electrodomésticos a bajar sus precios hasta un 70%, con la orden expresa de no dejar nada sobre los anaqueles de esas tiendas --a cuyos dueños acusaba de usureros y especuladores-- el país vive una fiebre consumista.

PRESENCIA ARMADA La presencia en los comercios de funcionarios armados de la Guardia Nacional ha servido para controlar la reacción desmesurada de compradores que en algún caso derivó en saqueos y conatos de violencia.

"Esto no sigue los patrones de la Constitución. Las instituciones del Estado son las llamadas a administrar justicia. Si ha habido especulación, ha sido porque el Gobierno lo ha permitido durante años. Lo que se hizo ahora fue dar una especie de mandato para que la gente haga justicia por su propia mano", comenta Roberto León Parilli, presidente de la Asociación Nacional de Usuarios y Consumidores.

Atentos a los anuncios oficiales sobre inspecciones a los comercios y las consiguientes rebajas de precios, las filas de compradores se han extendido a ferreterías, jugueterías, tiendas de ropa y otros establecimientos. Mientras algunos comerciantes se quejan de que los están obligando a vender con pérdidas, lo que pone en duda la viabilidad del negocio, otros, frente al temor de una visita oficial, se anticipan y ofrecen rebajas de forma voluntaria.

La demanda desbordada está provocando problemas de inventario. Así, por ejemplo, la tienda de electrodomésticos Venelca ya agotó sus existencias y Pablo Electrónica, que tenía 8.000 productos para cubrir la demanda hasta enero, vendió 5.000 en menos de dos semanas. El vicepresidente de la patronal Consecomercio, Elías Aponte, advirtió de que la reposición de inventarios requerirá por lo menos 90 días.

ACUERDO CON SAMSUNG Maduro creó un ente de comercio exterior para canalizar las importaciones. Un primer paso en esa dirección fue la firma de un acuerdo con Samsung para adquirir 400.000 electrodomésticos por 100 millones de dólares (73,7 millones de euros).

León Parilli duda de estas iniciativas y señala el ejemplo del cemento, cuya producción, distribución y comercialización está en manos del Estado y, sin embargo, cuando se consigue, hay que pagarlo a un precio mucho mayor que el oficial. "No va a haber la capacidad de reposición que la demanda requiere. Eso ya lo hemos visto con otros productos como el café, la harina o el aceite", apunta.

Rosa María Rey, profesora de Finanzas del Instituto de Estudios Superiores en Administración, coincide: "Si el comerciante tiene la percepción de que el precio de reposición de su inventario será más alto que el de venta, probablemente lo que habrá en el futuro es escasez".

Paradójicamente, pese a haber ordenado vaciar los anaqueles y haber adelantado las pagas extras de Navidad de los funcionarios --lo que se suma al hecho de que los bancos del Estado han aumentado substancialmente en el último mes la capacidad de endeudamiento de sus clientes con tarjeta de crédito--, Maduro ha pedido evitar el consumismo. "Llamo a restituir los niveles básicos de consumo", dijo, mientras apelaba a la "disciplina revolucionaria".