Durante tiempo, "inevitable" fue el segundo apellido de Mitt Romney. Con lo que ni el exgobernador de Massachussetts ni el aparato del Partido Republicano que ha puesto toda su fuerza tras su campaña contaban es con que hiciera implosionar la carrera hacia la nominación alguien como Newt Gingrich, el candidato inexpugnable.

Aunque hoy, en Florida, y salvo que los sondeos yerren en dos dígitos, Romney sellará su segunda y hasta el momento más importante victoria en las primarias tras la de Nuevo Hampshire y la derrota frente a Gingrich en Carolina del Sur, sabe que es totalmente imposible relajarse. El expresidente de la Cámara Baja ha prometido una guerra "salvaje y sin leyes" para los próximos meses.

Las últimas encuestas dan a Romney una ventaja de 14 puntos sobre Gingrich en Florida, un estado que por su compleja diversidad sociopolítica y de población y por su situación económica (duramente golpeado por la crisis hipotecaria y el desempleo) representa el mejor laboratorio electoral del país. Ese triunfo le ayudará a sumar 50 delegados de cara a la convención. Pero incluso así --y aparte de que podría cuestionarse el reparto que da al ganador de Florida todos los delegados-- tras las primarias de hoy, solo se habrán asignado 115 de los 2.288 delegados, lo que supone un simple 5%.

CONVENCION COMPLICADA Gingrich augura que en esa convención en verano en Tampa puede haber una mayoría "quizá sustancial" de delegados "no Romney", es decir, a favor de él, Ron Paul o Rick Santorum. "Mi trabajo será convertir eso en la mayoría Gingrich", dijo en uno de sus últimos mítines. En sus palabras muchos han empezado a ver el fantasma de la convención de 1992, donde aunque George Bush padre ya era el candidato, su mensaje quedó oscurecido por un duro discurso de guerra cultural de Pat Buchanan.

A favor de Romney juegan varios factores. La victoria en Florida ayudaría a engrasar aún más su bien financiada y estructurada campaña y le daría aún más impulso para próximas citas que ya se le plantean favorables como Nevada, Colorado y Arizona. Pero en su contra juega la rebelión promovida por Gingrich, que en Florida ha ayudado a establecer su duelo como uno entre el aparato del partido y sus bases más conservadoras. "La idea de que el movimiento conservador va a plegarse y rendirse... No va a suceder", anunciaba en uno de sus últimos mítines.

Gingrich, de momento, sigue contando con el importante apoyo financiero externo del magnate Sheldon Adelson y según su campaña está "en posición de responder a los anuncios de Romney en todos los estados". Mira con esperanza a Georgia, Tennessee, Oklahoma, Alabama, Misisipí y Tejas, donde se beneficiará del reparto proporcional de delegados. Y todos saben que con un candidato como él, que como ha dicho el profesor universitario John Pitney "siempre ha visto la política como una guerra", esta va para largo. "Eso no nos beneficiaría", admitía el domingo el excandidato John McCain, que apoya a Romney.