Tras la gran farsa escenificada el miércoles por el presidente sirio, Bashar al Asad, ante el Parlamento, donde volvió a presentarse como un reformista mientras escurría la más mínima reforma para airear la claustrofóbica dictadura que comanda, el régimen insistió ayer en esas expectativas que tan bien están siendo recibidas en algunas cancillerías occidentales. Damasco anunció la creación de un comité para estudiar un marco legal que pueda sustituir al estado de emergencia y una investigación sobre las muertes en las protestas de las últimas tres semanas.

Hoy será un día clave para calibrar la respuesta de los sirios al discurso de Asad y comprobar si la revuelta prospera o muere sofocada por el miedo, la intimidación y el deseo de estabilidad. A través de redes sociales como Facebook, vetado hasta hace poco, se han convocado protestas en todo el país a la salida del rezo.

"NUESTRO DIA ES EL VIERNES" "Nuestro día es el viernes, desde todas las casas, todas los lugares de culto, cada ciudadano y cada hombre libre, hacia todas la plazas, por una Siria libre", decía uno de esos mensajes.

Asad dejó claro en su discurso que defenderá el sistema levantado por su padre a base de terror y privilegios a cualquier precio. Lo comprobaron poco después en Latakia, donde varios manifestantes murieron ametrallados. Razones hay para las protestas y no solo la falta de libertad. Un tercio de la población vive con menos de 2 dólares al día, los salarios de la ominosa burocracia son pírricos, y el 48% de los parados tienen menos de 30 años. El petróleo, además, se está agotando y la sequía ha desplazado a un millón de campesinos.

Israel y EEUU temen que el país caiga en manos de los islamistas, y que Hizbulá y Hamás dependan únicamente de Irán sin el contrapeso sirio. Francia, la antigua potencia colonial y su mejor aliado en Europa, tiene intereses económicos y diplomáticos. Además, Asad garantiza el statu quo en la región.