El sangriento historial de la dinastía Assad, que gobierna Siria desde hace 41 años, escribió ayer un nuevo capítulo. Al menos 13 personas, según fuentes de Al Jazira, murieron en la ciudad de Deraa después de que las fuerzas de seguridad irrumpieran de madrugada en la mezquita de Omari, convertida desde que comenzaran las protestas hace seis días en tribuna política y hospital de campaña de los manifestantes que reclaman libertad y medidas contra la corrupción.

Ya en pleno día, los agentes dispararon contra cientos de jóvenes que marchaban hacia Deera para solidarizarse con las víctimas, según varios activistas de derechos humanos. No es fácil saber qué está ocurriendo en Deraa, la ciudad de 300.000 personas junto a la frontera jordana desde donde ha arrancado el mayor desafío al presidente Bashar al Assad desde que sucedió a su padre hace 11 años.

SIN LUZ NI TELEFONO No solo está cerrada y tomada por militares y policías. Ayer, además, las autoridades cortaron la luz y el teléfono, según algunas informaciones, aunque funcionan los operadores jordanos. Tras los incidentes de la madrugada, un residente relató a Reuters cómo fueron atacados los grupos de jóvenes llegados de otras localidades para unirse a la protesta. "Los cuerpos fueron cayendo en la calle. No sabemos cuántos han muerto. Era imposible saber de dónde venían las balas", afirmó.

Las autoridades sirias niegan que la policía causara las muertes en la mezquita. La televisión estatal, controlada por el régimen, dijo que una "banda armada" atacó a una ambulancia fuera del templo y mató a un médico, un paramédico, el conductor y un policía. Un portavoz del Departamento de Estado de EEUU se mostró "alarmado" por la situación en Siria y pidió a sus autoridades que "se abstengan de utilizar la violencia".