"Ahora tienen que irse todos". "Han transformado un sueño en una pesadilla". "Se necesitan rostros nuevos, ideas frescas y una oposición dura". "Ha fracasado una clase dirigente completa, que ha luchado solo por los puestos". Miles de mensajes como estos llegan a las redacciones de los diarios Unità y La Repubblica y al portal del Partido Democrático (PD).

Sucede desde el martes pasado, cuando Walter Veltroni, de 53 años, presentó la dimisión como primer secretario del nuevo partido de los progresistas, surgido a fines del 2007 y empantanado todavía en su construcción. Desde entonces, el PD ha perdido frente a Silvio Berlusconi las elecciones generales del pasado abril y las autonómicas de las regiones de Friuli, los Abruzos y Cerdeña, y varios de sus líderes periféricos han terminado en la cárcel o están siendo investigados por corrupción. La base del partido se rebela ante los que llama "oligarcas", "la casta" y "los barones", que --escriben-- "no tienen nada que ver con la base".

En las elecciones que perdió en abril, el PD obtuvo el 33,4% de los votos, poco más de la suma de los partidos que se habían fusionado. Una promesa, alentada por Veltroni, elegido a su vez en unas primarias con más del 75% de apoyo. Pero el experimento no ha funcionado. "Por la incapacidad del grupo dirigente de producir una cultura política que fuese una referencia para los electores", ha escrito Ezio Mauro, director de La Repubblica . "Porque el PD no ha dado respuestas a los ciudadanos sobre temas cruciales", ha criticado Franco Marini, senador del PD. Poco antes de dimitir Veltroni dijo que "el centroizquierda está cortando el árbol en el que se sienta".

En 16 meses de existencia, católicos, reformistas, poscomunistas y laicos, que constituyen las varias culturas del PD, no han podido consensuar ni una sola respuesta a un debate actual: las parejas de hecho, la eutanasia, las relaciones con el Vaticano, la ubicación en la Eurocámara, la reproducción asistida, la inseguridad ciudadana, la cuestión migratoria o la prostitución. "Ha faltado el coraje de tomar una línea clara y sin miedo de crear fisuras", ha reconocido Sergio Chiamparino, alcalde progresista de Turín, que concluye: "La gente no nos entiende".

Cientos de miles de jóvenes llegados a la edad de asomarse a la política eligieron al PD porque Veltroni, conocido como buen alcalde de Roma, lo presentaba como moderno y limpio, con la promesa de cambiar los líderes procedentes de los viejos partidos y el proyecto de crear una fuerza horizontal.

Según Marco Follini, un centrista emigrado al PD, "cuando un partido quiere tomar posesión de un territorio e incluye historias, ideas y personajes tan diferentes, debe contar con una guía fuerte". Y Veltroni no lo era. La base pedía sacar los tanques políticos a la calle para afrontar a Berlusconi y Veltroni hizo una campaña sin nombrarlo jamás, como si ignorar al patrón de tres televisiones nacionales pudiera surtir efecto.

La guerrilla interna

A esto se suma la guerrilla interna, primero solapada y después evidente, de Massimo D´Alema y los viejos . D´Alema intriga para que el PD sea de izquierdas, mientras que Veltroni había llevado el partido hacia el centro, excluyendo nuevas alianzas con los comunistas. Todas las elecciones desde 1948 y 40 años de encuestas han demostrado que las izquierdas solas no alcanzan el 30% del electorado.

Mientras el PD piensa qué será de mayor, el adiós de Veltroni evidencia sus contradicciones y abre el debate sobre su identidad.