Cambiaba el milenio y ya parecía que llevábamos una eternidad en El Arenal. Lejos estaba aquel titular transgresor de Diario CÓRDOBA de 1994, «¡Ohhhhh!», con el que sin palabras se daba cuanta del rumor de asombro que se extendió en la Feria cuando se encendió el alumbrado. Siete ediciones después y con el cambio del milenio Diario CÓRDOBA continuaba contando con el mismo desenfado la Feria en El Arenal y con la misma seriedad la Feria Taurina en Los Califas.

Así, el periódico dio cuenta de una fiesta 2001 tan divertida o más que todas las anteriores, eso sí, con problemas de fondo que quedaban por resolver y que se vieron palpablemente con las tormentas de principio de la Feria (demasiado barro) y la ola de calor de final del ciclo (demasiada poca sombra, a pesar de los microaspersores de la calle de Enmedio). Y un fenómeno del que se hizo eco el diario ese año: los cordobeses comenzaban a cambiar sus hábitos, acudían más los días supuestamente más flojos y los fines de semana la bulla ya era menor.

Pero la noticia que cambiaría el mundo, e incluso afectaría a la sociedad española y a la propia Feria, se produjo apenas 4 meses después de aquel ciclo del 2001: los atentados de las Torres Gemelas del 11S, que abriría una etapa de «terror global» (ese fue el titular de portada de CÓRDOBA del 12 de septiembre) con su reflejo, por un lado, en las iniciativas bélicas posteriores de EEUU y, por otro, en la seguridad pública de todos los países occidentales. De hecho, ya la Feria del 2002 estuvo condicionada por un aumento de la seguridad y la vigilancia que, incluso, creció más los años siguientes, sobre todo tras los atentados de Madrid del 11 de marzo del 2004.

Eso no significa que la fiesta bajara su ritmo. ¡Ni mucho menos! Al contrario. Parecía que a El Arenal le hubieran inyectado adrenalina, hormonas o… averigüe usted qué cosas más. Sobre todo de noche, que quedó casi impracticable para el gran público familiar a la hora en que miles de jóvenes tomaban las discocasetas. En el 2003 se tuvieron que cerrar algunas carpas-discotecas porque la cosa se iba de las manos. Pese a tanto ajetreo, el número de casetas desde la primera edición de El Arenal había bajado en el 2006 en un 30%.

FERIA DEL 2005 | Un simpático gesto de uno de los componentes de un grupo de animación infantil, frente a la portada de la Feria. A. J. GONZÁLEZ

Más vigilados con cámaras y más contentos que nunca, en el 2002 la Feria estrenó la gran portada desmontable que ya se repetiría año tras año, rodeada de más o menos luces, pero siendo la mayor de su género en el mundo. ¡Todo grande en la Feria! Y ello en plena burbuja de la construcción, donde te encontrabas a chavalotes con solo dos años en el andamio con sueldos de aúpa. La vida era maravillosa si se descartaba el temor a una bomba terrorista islámica, que tampoco quitaba mucho las ganas de bailar. Sobre todo en el 2002 con el Aserejé, un pelotazo de Córdoba, Las Ketchup y Queco para el mundo que casi llegó al paroxismo de aquella Macarena de Los del Río. Además, quedaron atrás los atascos kilométricos de antaño con la apertura del Puente de Andalucía en el 2004. ¿Cómo pudimos sobrevivir sin esta pasarela antes? El único problema que parecía grave es que, con tanta alegría en el bolsillo, la Feria se encareció como nunca. 

Aunque a algunos, como a las casetas tradicionales, sí que les molestaban esos pequeños problemas que muchos no querían ver: la falta de sombra, el aumento del coste del montaje, una fiesta desvirtuada, la pérdida de calidad, el botellón (plenamente consolidado en el 2005), etcétera. Todo ello les llevó a asociarse en el 2006 y a reclamar otro modelo de Feria ante el auténtico riesgo de que se pierda esta fiesta tradicional.

Pero el mayor cambio de la Feria en esta década fue… el móvil. El aparatito lo cambió todo, sobre todo cuando se popularizó entre los adolescentes. Ya uno no tenía que temer perderse en la Feria de su grupo y quedarse colgado el resto del día y la noche, ni quedar a horas fijas en un rincón determinado de una caseta. Y dejaba de tener sentido la frase «nos vemos en la Feria», una forma dulce de decir «hasta nunca». 

Todo era a lo grande y, de pronto, en la Feria del 2008, algunos comenzaban a llegar al real contrariados porque, sin saber por qué, los bancos no le habían prorrogado el crédito. Comenzaba una crisis que ya se sintió con toda su crudeza en la Feria del 2009 y, sobre todo, en la del 2010, donde no faltó la alegría aunque el gasto se desplomó y volvieron a verse después de décadas muchas fiambreras de quienes no se resignaban a perderse la fiesta aunque a costa de traer la comida de casa.

Y respecto a la Feria Taurina, hay que recordar que para inaugurar el milenio Finito salió a hombros de la plaza de Los Califas y que en el 2004 indultó a Bondadoso. Además, el torero ganaría uno de los tres trofeos Manolete de la década, con un segundo galardón en el 2005, mientras que el tercer premio Manolete de este periodo fue para José Tomás, en el 2009. El resto de la década, el reconocimiento quedó desierto. El Cordobés recibió todo el cariño del mundo al cortarse la coleta en el 2002 en Los Califas, aunque volvería en el 2007 para la alternativa de su hijo Julio Benítez.