La política, suena ya a tópico, está ya a tan a tope de revoluciones que los estados de ánimo cambian casi por segundos. Del acorralamiento que sufría el Gobierno, y particularmente el presidente y el PSOE la semana pasada, transitó en los últimos días a una planicie ligeramente más cómoda, aunque con los nubarrones todavía encima. Por el dato de inflación desbocada de marzo, del 9,8% -conocido este martes-, y cuyo control es la tarea más inmediata que tiene que afrontar el Ejecutivo, y por el giro en el Sáhara que continúa aislando a Pedro Sánchez. Pero la ‘excepción ibérica’ que el líder socialista consiguió en Bruselas el pasado viernes y la aprobación del plan de choque frente a la guerra de Ucrania, acogido con reservas pero sin demasiada hostilidad por los grupos, han aliviado al bipartito y difuminado las fuertes tensiones internas de los últimos días.

El real decreto ley de medidas anticrisis, publicado ya en el BOE (160 páginas), no tendrá en principio problemas para ser convalidado por el Congreso. Se percibió con nitidez en el pleno de la Cámara baja de este miércoles, durante la larga comparecencia, siete horas y media, del presidente. Descontado el no de Vox, el resto de partidos expuso sus objeciones. Criticaron la tardanza, la vigencia limitada del texto (hasta el 30 de junio, razón por la que el PP lo motejó como “plan primavera”), el alcance de las medidas. Pero no se escuchó un rechazo rotundo, ni tan siquiera de los populares, a punto de culminar el aterrizaje de Alberto Núñez Feijóo. Por eso, y después de tres réplicas, en las que la coordinadora del partido, Cuca Gamarra, no descubrió el sentido de su voto, Sánchez se aferró a un cierto optimismo, se agarraba a “ese clavo” dado que no había dicho no a la convalidación del decreto, pese a que la apremió reiteradamente a que aclarara su posición.

Sánchez se aferra a un cierto optimismo con el PP, se agarra a “ese clavo” dado que Gamarra no anticipa su no a la convalidación del decreto

El jefe del Ejecutivo no llevó a la Cámara anuncios nuevos. No era el día, justificaban en la Moncloa. Se trataba de exponer un discurso inicial “de altura”, de casi hora y media, “de Estado”. En realidad, el hilo conductor fue, en todo momento, la apelación a la “unidad” en un momento “excepcional”, plagado de “incertidumbres”. “Solicito unión, apoyo. No me parece que pedir apoyo y unidad en medio de una pandemia y una guerra en Europa sea demasiado pedir […]. Se lo pido por el bien de España y de Europa”, recalcó. La voluntad unitaria del plan de choque “necesario” y “ambicioso”, dijo, es “rotunda”.

"¿La crisis acaba en junio?"

En pos de esa unidad, precisamente, y para calmar a los grupos, el presidente adelantó que no tendrá problema en estirar las medidas anticrisis si es necesario: el plan de emergencia “no es definitivo”, sino “abierto y dinámico”, y si la contienda se alargara, “el Gobierno no dudará en actuar de nuevo”. “¿Es que en junio se acaba la crisis?”, se preguntaba con sorna el portavoz de ERC, Gabriel Rufián.  

Al dramático “¿qué más tiene que ocurrir para responder unidos?” de Sánchez respondió Gamarra haciendo chanza de las fricciones en la coalición: “Coincido con usted, es muy importante la unidad, pero ¿es usted capaz de garantizar la unidad en su Gobierno? ¿Qué más tiene que ocurrir para que el presidente cumpla su palabra?”. Los populares afean a Sánchez que no haya incorporado más rebajas fiscales, como prometió en la Conferencia de Presidentes de La Palma, y que no recorte el gasto público “superfluo”.  

El plan de emergencia “no es definitivo”, señala el presidente, sino “abierto y dinámico”, y si la contienda se alargara, “el Gobierno no dudará en actuar de nuevo”

“Todo se resuelve para ustedes bajando impuestos”, se revolvió el jefe del Ejecutivo, recordando que ha prorrogado el recorte fiscal en el recibo de la luz, pero también aportando una razón más de fondo: “Es suicida desarmar el Estado del bienestar que debe actuar para defender a los más vulnerables”. De paso, contestó la acusación de Feijóo de que el Estado “se forra” con los impuestos: “Algunos se han forrado, y mucho, a base de sobresueldos y comisiones ilegales”.

Vox sí anticipó a las claras su no. Edmundo Bal, de Cs, exigió rebajas de impuestos y tirar de la energía nuclear, aunque no fue muy explícito respecto al sentido del voto. Los socios habituales del Ejecutivo, cada uno con sus observaciones, dejaban ver su respaldo o, como mínimo, su abstención. "Es difícil oponerse", resumía Joan Baldoví, de Compromís. La crítica recurrente era la tardanza en adoptar decisiones, que le habría ahorrado “muchos disgustos”, incidió Aitor Esteban, del PNV, quejoso por las “tiritas” que pone el decreto, cuando hay que pensar ya “en el día después”.

La huella de Unidas Podemos

También la protesta se debía a la insuficiencia del plan. ERC y Bildu demandaron medidas más estructurales, intervenir el mercado eléctrico (Sánchez respondió que es europeo y que España no puede actuar por las bravas), una reforma fiscal. “El elefante en el hemiciclo”, verbalizó Íñigo Errejón, de Más País, es “quién va a pagar” el plan anticrisis, por lo que el Gobierno “no puede equivocarse en el reparto de las cargas”. El PDECat avanzó su apoyo, y más distantes se mostraron fuerzas como Junts o la CUP. Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos, no ocultó la incomodidad de los morados por el Sáhara, pero sí se felicitó por la letra del decreto ley, porque a su juicio se demuestra su huella en el Ejecutivo, con medidas como el tope del 2% a los alquileres o la prohibición de los despidos por la guerra.

Sánchez confirmó que esta semana España y Portugal mandarán a Bruselas su propuesta para limitar el precio del gas, presumió de actuar contra los beneficios caídos del cielo, achacó “el 73%” del dato de inflación de marzo al coste de la energía y de los alimentos no elaborados. De hecho, la confianza del Ejecutivo es que con el escrito que Madrid y Lisboa eleven a la Comisión Europea se logre "doblegar la curva" de los precios. Y subrayó que es “impostergable” el aumento del gasto militar, hasta el 2% del PIB, no de manera “súbita”, pero sí “progresiva”.

En la Moncloa y en la cúpula del PSOE creen que el peor trago ya se ha pasado. A falta de lo que ocurra en las siguientes semanas y meses. Incluso no daban demasiada importancia a la dureza de Gamarra: su discurso era de "transición", no acaba de "encontrar el tono", despachaban. El decreto anticrisis parece, por ahora, salvado.