Cada vez con mayor frecuencia en nuestra sociedad asistimos a casos de bullying, ejercido en los centros educativos, por parte de determinados adolescentes que, guiados por un afán de liderazgo sobre el grupo, oprimen y marginan con comportamiento, a veces crueles, a compañeros, a través de un acoso, tanto físico como psicológico sistemático, que conlleva a un aislamiento y pérdida de la autoestima del alumno afectado, susceptible de conllevar consecuencias perniciosas, tanto para un normal desarrollo de su aprendizaje, como para el desarrollo de su personalidad futura.

Siendo preocupante tal situación, la agrava más el hecho de que tal comportamiento cuenta con la indiferencia de quienes ostentan la responsabilidad sobre el alumnado, llegando a pensar que dicho profesorado pueda verse limitado en su capacidad de actuación. Ello agudiza el comportamiento anormal de los agresores sobre sus «víctimas», que se sienten incomprendidas e impotentes, con graves riesgos para el abandono escolar, ante una situación de desamparo e incomprensión. Por ello, los progenitores de los adolescentes afectados asistimos perplejos y con gran preocupación a la pasividad existente en determinados centros educativos, donde el modus operandi es siempre intentar encubrir el comportamiento de los agresores, que bien quedaría recogido en la frase «no hemos visto suficientes motivos para actuar...», mientras que a la parte agredida se le ocasiona consecuencias muy graves, requiriendo, en determinados supuestos, la actuación de los profesionales de la sanidad, hasta el punto de producirse casos que con llevan ingresos hospitalarios.

Prueba de lo expuesto, han sido en este último curso 2020/21, casos detectados en la localidad de Castro del Río, en los que algunos adolescentes han sido víctimas de bullying, viéndose obligados a abandonar el curso, ante la marginación y exclusión del grupo, sintiéndose aislados ante los compañeros de clase y siempre bajo el miedo de la represión y vejación a que son sometidos por parte de un líder, que maneja y manipula la situación, generando un ambiente hostil e intoxicado, tanto para el adolescente que lo padece directamente, como para el grupo que obedece y acepta el comportamiento del líder.

Desde la ciudadanía se percibe como, actualmente, el profesorado de educación Primaria y Secundaria se encuentra limitado en su capacidad de actuación, por lo que habría que reflexionar sobre un problema latente y cada vez más agudizado y extendido entre los jóvenes de edad escolar, a fin de acometer las reformas necesarias, para contemplar la actuación de los docentes en estos supuestos, cuando casos de esta naturaleza son detectados, sin que ello pueda ser interpretado un ejercicio arbitrario de autoridad por parte de éstos, sino todo lo contrario, ya que ha de redundar en el logro de los objetivos de una buena educación y formación educativas.

Como progenitor de alumna víctima de bulliyng, a través del presente escrito pretendo instar a las autoridades competentes para que se reconsidere la figura del profesor en toda su extensión, como autoridad educativa de la que ha de estar investido, permitiéndole que se sintiera más protegido sin que ello fuese interpretado como exceso de autoridad y creyendo que, de este modo, se contribuiría a erradicar estos hechos, evitando las graves consecuencias comentadas.

La sociedad ha de ser consciente de la responsabilidad contraída. Por ello, se debería considerar primordial educar en valores formativos, además de los puramente académicos, si queremos formar a ciudadanos libres, íntegros y con valores morales que definan a una sociedad madura y tolerante y responsable.

Sensibilización a la que se podría contribuir con charlas coloquios, conferencias, etcétera, para concienciar, tanto a alumnos como a padres, en aras de lograr los fines antes aludidos.