La cumbre de otoño de la Unión Europea (UE) mostró una vez más que la cancillera alemana, Angela Merkel, es quien lleva la batuta y que su anunciada derrota en la anterior cumbre de junio fue más aparente que real. Apoyándose en el poder que otorga ser a la primera potencia económica de Europa y la principal contribuyente al presupuesto y al fondo de rescate europeo, Merkel marca los ritmos de la UE con los ojos puestos en las elecciones alemanas de septiembre del 2013. La preocupación electoral complica el imprescindible proceso hacia una mayor integración política y económica de la zona euro.

La transformación del eje franco-alemán en un pugilato público en las cumbres europeas entre Merkel y el presidente francés, François Hollande, tampoco contribuye a hacer avanzar los proyectos legislativos indispensables. Tanto Merkel como Hollande dedicaron gran parte de sus conferencias de prensa a intentar demostrar que su posición había resultado triunfante sobre la de su socio.

Merkel insistió una y otra vez que la supervisión bancaria a través del Banco Central Europeo (BCE) "no podrá comenzar a funcionar el 1 de enero del 2013", como Berlín había defendido, sino que el nuevo mecanismo de supervisión "necesitará más de uno o dos meses" para ser operativo.

Hollande se dedicó a enfatizar que la reglamentación sobre la nueva supervisión bancaria centralizada "estará en vigor el 1 de enero del 2013", como reclamaba París, y que "la puesta en marcha efectiva de la supervisión por el BCE se producirá en el 2013".

Escollos

A pesar de los acuerdos de la cumbre, la misma aprobación del reglamento de supervisión bancaria de la eurozona antes de final de año no está garantizada, porque aún hay muchos escollos por resolver. Primero, los ministros de Economía y Finanzas deben aprobar el ámbito de aplicación de la supervisión por parte del BCE. Hollande aseguró que Merkel había aceptado que fuera a todos los 6.000 bancos de la eurozona, incluidas las cajas regionales alemanas, pero en los acuerdos de la cumbre no hay ninguna mención a ello.

Segundo, deben precisarse los detalles técnicos sobre el calendario, las modalidades y las condiciones de las futuras recapitalizaciones directas de los bancos en dificultades por el Mecanismo Europeo de Estabilidad. Tercero, la posible aplicación retroactiva de esa recapitalización directa por el fondo de rescate volverá sobre la mesa a pesar del tajante rechazo alemán. Y cuatro y no menos difícil, la nueva normativa requiere la aprobación unánime de los Veintisiete.

La cumbre se distinguió una vez más por la ausencia de medidas o planes concretos para impulsar al crecimiento, pese a la gravedad de crisis y de las elevadas cifras de paro. Los líderes se limitaron a reiterar su letanía de recomendaciones y las supuestas cifras multimillonarias para inversiones que solo existen en el papel.