Para prosperar -es decir, salir de aquí cuanto antes- en Segunda B hay que tener un alto sentido del deber y unas buenas tragaderas. Que el Córdoba no gane al filial del Granada tiene pocas lecturas positivas. De acuerdo, el equipo sigue sin conocer la derrota, pero mejor no escudarse en retorcer la estadística para calmar la mala conciencia. Tuvo que ganar. Debió hacerlo antes de que llegara uno de esos "pequeños detalles" que pueden marcar destinos. Se dejó sorprender en la última jugada después de aguantar un solitario gol de Javi Flores. Pudo hacer antes alguno más, pero... no los metió. Así son las cosas. Pura matemática.

Hay muchos latiguillos en el libro de los tópicos para explicar estos desenlaces. Que se los aplique el que quiera. El Córdoba, si quiere ser lo que dice ser, no puede tolerar que algo así suceda. Esto no es una lección porque ya se debía de haber aprendido. Es una bofetada que te saca del liderato y desgarra tu crédito.

El Córdoba compareció en una Ciudad Deportiva bien equipada, funcional, coqueta y, principalmente, terminada. Qué envidia. Esas instalaciones del club nazarí fueron construidas en su día por la empresa Grucal. Sí, la de Jesús León, que volvió a ser noticia en los últimos días por dos razones: la grotesca efeméride de su detención por parte de la Guardia Civil y la publicación del informe de la Benemérita en el que se concluye, tras la investigación realizada, que el chalet de Carlos González se reformó con dinero del club sustentado en facturas falsas a propósito de... la Ciudad Deportiva que jamás se construyó en Córdoba.

Por "jugadas" -más bien jugarretas- de este tipo anda la entidad blanquiverde en este sombrío escenario actual: enfrentándose al filial de un club con el que hasta hace poco compartía vecindad y que ahora marcha con brío en la Primera División y asombrando por los campos de Europa. Y, además, ni gana. Qué duro es ser cordobesista.

Mejor no hacerse preguntas existenciales. El cordobesismo es consciente de lo que está en juego -ser alguien o quedarse como uno más, perdido entre la multitud de una categoría sin atractivo ni retorno económico-, así que habrá que suturar la herida y continuar peleando. Y, si puede ser, impartiendo lecciones en lugar de recibirlas.