Ni una semana hace que llegó de Nueva York. Y hoy, al fin, Tito Vilanova se subirá a la primera fila del avión, en las plazas reservadas para los técnicos (su asiento permanecía simbólicamente vacío), en el viaje que tanto esperaba durante esos dos durísimos meses de tratamiento en EEUU. Viaja a París al frente del Barça que juega mañana la ida de los cuartos de final de la Champions contra el PSG de Ibrahimovic. Vuelve Tito a la rutina que tanto añoró, llevándose en el mismo avión a Xavi y Jordi Alba, que recibió el alta.

En menos de una semana, y de forma "progresiva", como ya anunció el Barça, el técnico ha tomado el mando. De forma directa, claro. De forma indirecta nunca dejó de mandar aunque estuviera cerca del Central Park neoyorkino. Y ahora, con la música de la Champions sonando con fuerza en los partidos a vida o muerte, el técnico encabezará la expedición de 21 jugadores, con los jóvenes Deulofeu, premio a su gran rendimiento en Segunda, y Oier, el tercer portero, unidos a ese viaje.

Tito apareció el pasado martes por su casa de Barcelona, notó después "los efectos secundarios", como reveló Roura, de tan duro tratamiento, abrió el viernes la puerta de su despacho en la ciudad deportiva, pisó el césped, dirigió el entrenamiento previo al viaje a Vigo y vio por televisión el despiste fatal que le costó al Barça la victoria en Balaídos. Y, de paso, la sensación de oportunidad perdida por muchos jugadores de esa segunda unidad del equipo (Cesc, Alexis, Tello...) que han perdido peso. Solo Tello, el joven (21 años) espíritu libre que cabalgó como un viejo extremo por la banda izquierda gallega, ha presentado candidatura para asociarse mañana con Messi y Villa en el Parque de los Príncipes parisino. Con Pedro lesionado y, además, sancionado para la ida, queda un hueco libre en el ataque donde se vive una curiosa situación. La tripleta Messi-Villa-Tello llega después de que la estrella pidiera hace semanas al Guaje para ganar espacios. Y después también de que el joven de la cantera pidiera desde el campo y a gritos, con sus desmarques, velocidad, regate y osadía, que su conexión en la Liga tenga ahora continuidad en Europa. Es el trío más eficaz y certero del Barça.

Tito, como ya quedó demostrado en la vuelta contra el Milan (sentó a Puyol y Cesc en el banquillo), no repara en jerarquías ni nombres. Juegan los que están mejores. Con la Liga en la mano, solo estudiando el calendario para ver dónde se festejará, al Barça, le quedan, al menos, cinco grandes partidos. Y todos son de la Champions. Los cuartos, una hipotética semifinal y final. Todo pendiente, por supuesto, de haber aprendido la lección de San Siro con aquel 2-0 que le asomó al borde del precipicio, luego resuelto con una prodigiosa lección en el Camp Nou. A menor escala, el gol de Oubiña es otro serio aviso.

Con Tito en el banquillo del Parque de los Príncipes --no se sienta desde la visita a Anoeta el 19 de enero--, el Barça recobra la normalidad. No saldrá hoy en la rueda de prensa, pero el jefe ha vuelto.