El Celta de Vigo continúa con su particular caída en picado tras encadenar su undécima jornada sin vencer, la cuarta con Eusebio Sacristán en el banquillo, y ayer no pudo pasar del empate inicial ante un Albacete que acabó el choque con ocho jugadores.

El Celta, a pesar de jugarse media vida en el encuentro, regaló el primer tiempo. El conjunto de Eusebio saltó al césped excesivamente nervioso, sin tensión, y eso provocó que su aburrido y pésimo fútbol apenas inquietara a su rival en la primera parte.

Su bagaje ofensivo en los primeros 45 minutos se limitó a un disparo lejano de Oscar Díaz que se marchó ligeramente desviado.

Mientras, el Albacete, que tampoco expuso mucho más para llevarse los tres puntos, se limitó a defender su portería y a esperar su oportunidad en alguna acción de contrataque.

Con el paso de los minutos, el enfado del poco público que se acercó a Balaídos aumentó, y esa falta de sintonía entre la afición gallega y su equipo la empezaron a acusar muchos de los jugadores celestes, a los que el balón le empezó a quemar en los pies.

En la reanudación, el Celta entró con otra actitud y en diez minutos los de Eusebio pisaron más veces el área visitante.

Con un hombre más, el Celta se lanzó a por la victoria. Encerró a su rival en su campo, se adueñó del balón, pero las prisas evitaron que sus atacantes anotaran.