Ramón Calderón fue un torbellino en la paz que se respira en La Ciudad del Fútbol, donde convive y entrena la actual campeona de Europa. Donde Vicente Del Bosque prepara cada detalle del doble enfrentamiento ante Turquía, que puede dejar a España con medio pasaporte al Mundial 2010.

El inicio de los actos que conmemoran el centenario de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), marcó el tercer día de concentración de la selección. Las pruebas de Del Bosque, el estado de los tocados. Los candidatos a sustituir las ausencias de Carlos Puyol y Andrés Iniesta. Todo quedó al margen cuando reapareció Ramón Calderón.

Era la primera ocasión en la que acudía a un acto oficial, con papel de protagonista, desde que abandonó la presidencia del Real Madrid. Su regreso a la escena pública. Un nuevo discurso con un cargo diferente. De las lágrimas del día de su adiós en el Bernabéu, a la esperanza de deslumbrar con un centenario que debe ser el orgullo de la afición española.

El amplio salón Luis Aragonés se quedaba pequeño ante la espectación que generó el designado presidente de la comisión organizadora del Centenario de la RFEF. Cerca de treinta cámaras, un número similar de fotógrafos, el doble de periodistas.

Tras el acto, con el que la Federación dio el pistoletazo de salida a todos los fastos, Calderón fue atropellado. A dos días de la Asamblea que debe limpiar la imagen de la que provocó su salida del club, el ex presidente blanco fue literalmente asediado por la prensa. No era buen día para reaparecer.

No pudo dar un paso sin treinta micros en su boca. "Yo ya no soy nadie". Calderón sólo desea olvidar una etapa difícil. El adiós al club de su corazón. Quiere paz.