Seis años después de sorprender con su tercer puesto en el Mundial de Corea y Japón, Turquía regresó al primer plano internacional al lograr el pase para las semifinales de la Eurocopa de fútbol, en las que se medirá a Alemania, tras resolver en los penaltis un enfrentamiento soporífero durante 119 minutos y trepidante en su desenlace.

Turquía se había labrado el camino a cuartos cargada de paciencia. Tras perder ante Portugal (0-2), supo remontar en el tramo final los choques ante Suiza (2-1) y la República Checa (3-2). Y no anunció hasta el último suspiro del partido más largo del torneo su presencia en la ronda de los mejores cuatro.

La propuesta turca, al trote, recibía respuesta croata al galope. Cuando Modric -que acaba de protagonizar un sonado traspaso multimillonario del Dinamo de Zagreb al Tottenham de Juande Ramos-, enchufaba el turbo, Croacia entraba como una exhalación. Sobre todo por la izquierda, donde tanto Rakitic, como, desde más atrás, Pranjic, ponían en aprietos a la zaga otomana.

Croacia forzaba la maquinaria y antes de la media hora Fatih Terim ya sacaba a calentar a tres de sus hombres, en previsión de algún contratiempo. Sin embargo, a partir de esos momentos, recobró el pulso, de la mano del inconmensurable Tuncay y de Altintop. Y advirtió, con un trallazo de Mehmet Topal, en el minuto 38, que el choque seguía abierto y que el empate al descanso no era injusto.

Regresó Croacia moviendo. Y Turquía, controlando. Olic estuvo a punto de sorprender a Rustu poco después de la reanudación. Y Kranjcar, de puntera, volvió a mostrar sus garras en el diez de la segunda. Diez antes de que Slaven Bilic ordenase el cambio de Petric, que entró por Kranjcar.

Sin goles se llegó a la primera prórroga. Y en la prolongación, Turquía anunció que seguía despierta, en sendas acciones de Sarioglu y Tuncay. Siguió urdiendo una tela de araña, en la que estuvo a punto de ahogarse, si no fuera el increíble y trepidante desenlace. En 119 minutos no hubo goles. Y en uno solo, dos.

Una genialidad de Modric, que se hizo con un balón al borde de la línea de fondo, se giró y se la colocó en la cabeza a Klasnic, que definió. Pero acto seguido, el dios del fútbol se acordó de nuevo de Turquía y, en el último suspiro, Sentürk forzó, de zambombazo a la escuadra, la tanda de penaltis.

En las que suelen fallar los genios. Y fue Modric el que abrió la vía de la decepción croata. Luego Rakitic. Finalmente, Rustu tocó la gloria. Se convirtió en héroe al desviar el lanzamiento de Petric. Sacando el billete para Basilea.