Más que una sala de conciertos | Una apuesta por lo auténtico
Mil y un conciertos en el Ambigú Axerquía
La sala lleva 15 años siendo referente de la música en directo en Córdoba
Hay lugares míticos de la historia musical de Córdoba a los que su fama les precede, salas asociados al directo que cada vez quedan más lejanas en la memoria. Los que ya peinan canas recordarán nombres de espacios legendarios como el Level, el Soul, el Freak Town, la Mode, el Surfer Rosa, El Niño Perdido, El Quiñón, La Peña Egabrense o la sala Metrópolis, entre otros, salas que echaron el cerrojo a principios de este siglo dejando atrás una pequeña gran tribu de huérfanos que se fueron refugiando en las que iban surgiendo o quedando como el Limbo, el Long Rock, el Góngora o Hangar, que mantuvieron viva la antorcha de la música en directo. Aquellas salas que antaño tenían el suelo pegajoso a golpe de DYC Cola derramado, y que te recibían con una niebla espesa de humo de Fortuna y Ducados, se fueron reformando para transformarse en otra cosa con otros nombres o se fueron apagando hasta morir o congelarse en un tiempo indefinido cual fósiles (léase el Soul, por ejemplo).
Fue en los prolegómenos de esa nueva era zombie, entre 2008 y 2009, cuando echó a andar el Ambigú de la Axerquía, una sala de tamaño mediano anexa al teatro que siempre tuvo vocación de completar la programación oficial de conciertos con otra más alternativa. Ha llovido mucho desde entonces (siempre menos de lo que nos habría gustado) y 15 años más tarde, la llama que se encendió en aquella primigenia sala sigue atrayendo a los nostálgicos de un tiempo pasado, en el que acudir a un concierto y ver en primicia tocar en directo los temas nuevos de las bandas más cañeras era todo un lujo.
Rafael López Esquivel, el Chino para los amigos, ha vivido en primera fila la sinuosa evolución de ese hábito tan sano, que consistía en escuchar, bailar y departir en torno a una copa, que ha hecho que el Ambigú haya superado ya la cifra de mil conciertos. «Durante la pandemia, en la época del confinamiento, tuve tiempo para hacer balance y conté 980 conciertos, ya he perdido la cuenta, pero superan los mil», asegura, «nosotros llegamos aquí en abril de 2012 y antes de eso, cuando el Ambigú empezó tras la reinauguración del teatro como cafetería, ya había habido algunos, el primero, de Álvaro Tarik». Cuando se hicieron cargo de la sala, que por concepto solo se abre cuando hay algún evento cultural, nunca como bar a secas, el escenario estaba encima de las escaleras. «Empezamos trayendo a Ellos, a Guadalupe Plata, Maga, Bambalina y a gente de Córdoba como David Donnier, que pegaba fuerte en esa época, pero vimos que la distribución del local así no funcionaba y pedimos permiso para cambiar de sitio el escenario», explica. «En diciembre de 2013 se inauguró tal y como está ahora con la Vargas Blues Band», añade.
Según El Chino, en la primera década de los 2000 la sala se llenaba siempre que había música en directo, era algo que llamaba a la gente sí o sí. «Pero poco a poco, fuimos notando que ya no era tan fácil, ni siquiera si eran cordobeses, y empezamos a seleccionar a grupos pensando en el público que podían atraer», comenta. «A mí nunca me gustó preguntar por los seguidores, pero desde 2014 no quedó más remedio, nunca he dejado de traer a las bandas de aquí, pero ya empezamos a diseñar una programación con esa visión», explica.
El Ambigú tiene un aforo máximo de 300 personas, pero la media de asistentes a los conciertos es de 80. «A partir de 150 yo hablo de lleno», asegura El Chino mientras revisa en su libreta los nombres de la larga lista de grupos que han pasado por la sala, dede Marky Ramone a God Father, Los Deltonos, Watermelon Slim... Algunos se han convertido en fijos como Malevaje, que toca el 1 de marzo; Tomasito, que volverá el próximo 26 de abril; Los Punsetes; Perra Blanco; Dr. Explosion.. y cuando vienen a Córdoba, tocan en el Ambigú. «El 80% de lo que pasa por aquí es rock, en el sentido amplio de la palabra, pero cada vez metemos más pop, indie, rap o reggae, de todo, menos reggaeton, que tiene otro público y otros espacios», asegura. «Buscamos calidad y siempre, siempre, que haya músicos tocando instrumentos analógicos, digamos, que haya música cien por cien en directo», señala. Aunque no suelen llevar grupos de versiones, han hecho alguna excepción con los onubenses One Love, «el mejor tributo a Bob Marley», que tocará el próximo 9 de marzo. También hay festivales de colectivo, como los garageros Cowabunga, grupos que se unen bajo un nombre para hacer fiestas de música en directo. «Empezaron hace diez años y cada vez proliferan más», asegura.
La temporada de conciertos del Ambigú se extiende de octubre a abril aunque también hay teatro y, en verano, cine. «Este verano, ha sido brutal, empezamos con la proyección de Cazafantasmas y se formó una cola enorme en la puerta, con los cines de verano cerrados, la gente buscaba alternativas, pero aquí no caben más de cien personas», se disculpa.
A la hora de programar, no hay apuestas seguras, ya que puede ocurrir que una banda que llena en otro sitio puede dejar aquí menos de media entrada. «Hace poco vino Al Dual, que es uno de los nombres más grandes del rockabilly y llena en Granada o en Sevilla, pero aquí estuvo flojito», recuerda. «Hay muchos factores que influyen, uno de ellos las salas grandes, según quién toque en ellas, porque compartimos público, de 35 años para arriba y al final hay que elegir», explica. Para Rafael López Esquivel, «la cosa está complicada, hay que hacer encaje de bolillos y lo malo es que no veo mucho relevo generacional en los conciertos, no hay público joven y el poco que viene, lo siento, pero tampoco interesa porque compra su entrada y no consume».
El Ambigú nadó contracorriente durante la pandemia, cuando se convirtió en la única sala de Córdoba y de Andalucía en mantener la programación de conciertos, aprovechando el espacio al aire libre. «Empezamos en junio de 2020 en la terraza con conciertos a mediodía y 100 sillas, fue un éxito de público y un respiro para los músicos». Por la sala pasaron el Sr. Chinarro, O’Funkillo, la Fever Band... La idea era mantener la propuesta, pero no cuajó porque, según El Chino, Córdoba es muy de tardeo y el Ambigú está muy alejado del centro. «Este año, haremos uno el 28 de febrero a mediodía, con el chileno Sebastián Orellana de la Big Rabia», anuncia. Lejos de amilanarse por la coyuntura, el Ambigú empieza 2024 con mucha tralla. «Me gustaría que siga siendo el reducto de los grupos de antaño, con un puntito auténtico y un ambiente especial, como decimos aquí, mucho más que una sala de conciertos». Brindemos por ello.
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