ENTREVISTA | Teresa Vicente Docente e investigadora, especialista en Derechos de la Naturaleza

"El arte favorece a lograr una nueva conciencia ecológica"

Participa este viernes en una mesa de debate por el devenir del ecosistema en el seminario En común: cuidados colectivos, de TBA21

La experta en Derechos de la Naturaleza, Teresa Vicente

La experta en Derechos de la Naturaleza, Teresa Vicente / ENRIQUE MARTINEZ BUESO

Es directora adjunta del Centro de Estudios de Cooperación y Desarrollo (Cecode) de la Universidad de Murcia y directora de la Cátedra de Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza de la misma universidad. Como docente e investigadora, se centra en la Teoría de la Justicia y Derechos Humanos, así como en el planteamiento el nuevo paradigma de la justicia ecológica y los derechos de la naturaleza.

Pero Teresa Vicente es más conocida por haber sido la impulsora de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para dotar de personalidad jurídica a la laguna del Mar Menor. Este viernes cuenta su experiencia dentro una mesa de debate del seminario En común: cuidados colectivos, de TBA21, junto a otras activistas climáticas. Será a las 20.00 horas en el CRV.

¿Qué le parece la filosofía de Remedios y de TBA21? 

La filosofía que muestra Remedios de TBA21 es estupenda. Es muy importante unir el arte con los derechos de la naturaleza. Ha nacido de manera espontánea junto al movimiento que reclamaba sus derechos. El arte favorece a lograr una nueva conciencia ecológica porque es capaz de provocar el sentimiento, que rompe con las barreras de la razón jurídica, política y económica. Exigirá a la razón la evolución para colocar el desarrollo humano dentro del ecosistema.

¿Puede el arte activar el movimiento social?

Desde el primer momento que empezamos a estudiar el caso del Mar Menor y casi nadie creía en nuestro proyecto, desde la Universidad de Bellas Artes de Murcia nos dieron su apoyo. Catedráticos de arte, profesores y alumnos se volcaron para hacer exposiciones. Incluso me acompañaron a los seminarios de arte y derecho que dimos en las cárceles para generar conciencia y recabar firmas. Ha sido alucinante ver como en todos los países en los que se barajaba el derecho de la naturaleza, el arte ha ido de la mano. 

"Ha sido alucinante ver como en todos los países en los que se barajaba el derecho de la naturaleza, el arte ha ido de la mano."

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¿Cuál fue la situación límite que le llevó a impulsar la ILP en el mar menor?

Estaba en un centro de justicia y clima de la universidad de Reading en Reino Unido, estudiando los casos de países en los que se estaba dotando de derechos a los ecosistemas en peligro. Mis alumnos me mandaron la foto de los peces muertos en la laguna y me pidieron que abordase el caso. Ese mismo curso pusimos en marcha en Murcia la Cátedra de Derechos Humanos y Derecho de la Naturaleza y, desde la Facultad de Derecho, comencé a trabajar con mis alumnos la posibilidad de dotar de derechos al Mar menor.

"Una agricultura que daña el ecosistema pierde su sentido porque sin la naturaleza no funcionará la vida."

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¿Qué ecosistemas de España son susceptibles de seguir el ejemplo?

Me han llamado para trabajar en el caso de Doñana y del Delta del Ebro. También estoy abordando la problemática de la reducción de fertilidad de los suelos en los parques de energía solar. 

¿Qué alternativas se contemplan en el caso de Doñana?

Sucede igual que en la cuenca del Mar Menor. Una zona semidesértica se está convirtiendo en la huerta de Europa por el colapso de la agricultura intensiva. Pero es un problema global. Una agricultura que daña el ecosistema pierde su sentido porque sin la naturaleza no funcionará la vida. 

¿Cómo lograr el equilibrio?

Con la ILP hemos incluido a los agricultores tradicionales y de agricultura intensiva en el grupo de guardianes de la laguna. Eso significa que deben olvidar sus intereses particulares para escuchar el interés del medio. Si no, tendremos que ejercitar una acción en nombre de las necesidades y los derechos del Mar Menor tanto en la vía administrativa, como en cualquier vía contenciosa. 

"Debemos tener en cuenta una solución radical porque nos estamos jugando la vida humana"

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¿Qué cambios ha notado desde la aplicación de la ILP?

Hay una mayor conciencia ciudadana. Hasta que no comenzó esta iniciativa nadie se planteaba que la laguna estaba en peligro y su colapso por un determinado modelo de desarrollo y por no velar por el cumplimiento de las normas de protección de la zona. Se empezaron a pedir explicaciones a científicos y políticos. Hubo un salto de conciencia y ética ecológica de los círculos científicos y ecologistas a la población. Empezó en Murcia pero tuvo efecto a nivel nacional. También movió a los tribunales a declarar zonas como cultivos ilegales. El nuevo reglamento va a sentar en la misma mesa a científicos, guardianes y representantes de las administraciones para defender sus derechos.

¿No debería la ley, de por sí, proteger los espacios naturales?

Hemos tardado treinta años en lograr normas y convenios de protección para el Mar Menor y, sin embargo, ha ido a peor año tras año. Está claro que no habían sido suficientes. Pero la ILP viene de una reflexión más honda desde la filosofía del derecho. Va a la raíz. Las normas anteriores consideraban un objeto valioso a la naturaleza, pero un objeto. Lo malo es que el sistema económico es más valioso todavía. ¿Por qué va a tener personalidad jurídica una corporación, una empresa y no el centro de la vida que es el ecosistema? Esa es la cuestión. Necesitamos un cambio radical para poder solucionar una situación límite. La concepción antropocéntrica que tenemos no es científicamente correcta. El ser humano pertenece al ecosistema. 

¿Estamos preparados como sociedad para ese cambio radical de filosofía?

La concepción antropocéntrica dice que el ser humano está separado de la naturaleza y su desarrollo puede darse considerando que la naturaleza es un objeto. La concepción ecocéntrica, por el contrario, establece que el ser humano es una especie más dentro del ecosistema y no puede vivir sin la interacción de todos sus elementos. El Mar Menor no ha colapsado porque hayan desaparecido determinadas especies de algas, flora o fauna, sino porque su unidad sistémica (la salinidad del agua, su composición química, el bosque del fondo lagunar) se ha alterado. Esto es lo que está ocurriendo en toda la biosfera. Una persona tiene mucho más valor que un árbol, pero si nos cargamos todos los árboles no habrá vida humana.

"¿Por qué va a tener personalidad jurídica una corporación, una empresa y no el centro de la vida que es el ecosistema? Esa es la cuestión"

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¿Cómo ha afrontado el rechazo de esta concepción?

Viene desde que empecé con la tesis doctoral. Cuando empecé el trabajo, en el año 86, no existía el derecho ambiental. Entonces, en las universidades españolas había una separación tajante entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. Había una barrera epistemológica. Esas paredes se han ido solventando. Mi última experiencia, en el caso del Mar Menor, fue la oposición de tres votos de Vox. Pero tampoco fue una oposición fuerte porque esta ley se aprobó en el congreso en el senado por unanimidad. Ha sido una lucha fuerte, pero lo teníamos bastante cerca por todo el recorrido ganado desde los años 80 y por el apoyo del movimiento social. La Universidad de Murcia también reconoció, por unanimidad, la importancia de esta figura jurídica.

¿Cómo valora el impacto de las energías renovables?

Es un tema que está sobre la mesa. Por ejemplo, en la costa de Colombia y en muchas zonas del Pacífico el ruido de los parques eólicos, la presión, no es soportable para las ballenas. También ocurre con la energía solar, cuya instalación destroza la biodiversidad de los suelos. Debemos tener en cuenta una solución radical, porque el problema lo es. Nos estamos jugando la continuidad de la especie humana, la generación de más guerras. He visitado los campos atestados de refugiados; son millones de migrantes climáticos por la lucha de los recursos, según Naciones Unidas. Las renovables no son tan inofensivas porque gastan energía y necesitan minerales, así que se están atomizando minas. Es un engaño. Pero ahí se demuestra el poder de las multinacionales.

¿Cómo valora la ley que considera a los animales de compañía como seres sintientes?

Es que ellos sienten, claro que sí. Ese reconocimiento hay que diferenciarlo de la cuestión ecocéntrica, en la que se tiene en cuenta la relación de todo. Bueno, está bien tener en cuenta que unos seres vivos pueden sentir más que otros. Habrá quien diga que una planta siente. Pero lo que hay que hacer, ante todo, es defender los derechos del ecosistema porque nos recuerda que somos uno. 

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