Orquesta de Córdoba: Orden y concierto
Excelente rendimiento de la formación musical en un programa centrado en compositores nórdicos
La evidente cara de satisfacción de los profesores al acabar el concierto hablaba de la especial sintonía establecida con el maestro Christoph König. A lo largo de la velada pudimos disfrutar del sonido recio, compacto y afinado, trabajado en los matices y los detalles, que el director alemán supo extraer de nuestra orquesta y que sólo puede ser reflejo de un proceso concienzudo de ensayos. La facilidad y la soltura que demostró la Orquesta durante toda la ejecución, con una sección de cuerda enchufadísima, era la prueba concluyente. El gerente Broncano se expresaba durante el intermedio a un corrillo de próximos en términos de encendida admiración del que será la temporada que viene titular de una orquesta tan señera como la de RTVE. Bueno.
Admirable ejecución
Que la ejecución fue admirable queda fuera de toda discusión. Pero en lo que atañe a la dimensión más intangible de la música, eso fue, a nuestro criterio, otro asunto. Y además variable. Desde el arranque de la Sinfonía No.2 de Berwald, con la que dio inicio el programa, tuvimos la incómoda sensación de que la música sucedía sin traspasar, como si se quedara delante de nosotros pero no fuera capaz de calarnos y calentarnos emocionalmente.
La acentuación un poco más sincopada de la cuenta del tema principal del primer movimiento, o el control sin abandono efusivo en el tema lírico, primó una impresión de cierto nerviosismo en la música que le restaba su impulso más romántico. Mejoró la situación a continuación en un sobrio y bellamente fraseado Andante, con un tramo final pulcramente trabajado en su cuidada suavidad. Con el perpetuo de la cuerda en el Allegro assai conclusivo, ágil y saltarín, comenzó la exhibición de la sección de cuerda que iba a ser la tónica del resto de la velada.
El punto fuerte
Ese fue, precisamente, el punto fuerte de la interpretación dela Sinfonía en do menor de Kraus, un ejercicio de articulación y control del vibrato en violines, violas y chelos que obró el milagro de hacer sonar acústicamente informada a la Orquesta de Córdoba. Musicalmente orquesta y director acertaron a lograr esa atmósfera desasosegada, como de tragedia presentida o recordada, presente en la obra del compositor bávaro. Los modos de König parecieron más adecuados a ese lenguaje del clasicismo protorromántico que emparenta a Kraus con Haydn y, sobre todo, Mozart: atención al pulso base, ejecución límpida y orden, mucho orden, en las entradas. No habíamos terminado de paladear este regusto clásico cuando empezó a sonar la celebérrima Mañana de la Suite de Peer Gynt de Grieg. Hay que experimentar en vivo lo que es percibir el murmullo ahogado de placer de un público pillado por sorpresa ante una melodía que parece incrustada ya en nuestro ADN. Tras una Mañana musculada y empastada, directa como una mañana de verano, nada ensoñada, el punto álgido fue una Muerte de Aase de gran hondura. La ligereza de la Danza de Anitra o un enfebrecido En el Salón del Rey de la Montañaremataron un concierto donde primó el orden y el excelente rendimiento de la orquesta.
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