Decía Groucho Marx que la risa es una cosa muy seria. Pues algo así sucede con las Cariño cuando se suben al escenario para convertir las emociones cotidianas en hechizantes temas pop y así grabarse para siempre en los recuerdos de una juventud que se niega a cederle la victoria al tiempo. Llevan la batería grabada, tiran bastante de autotune, pero cuál es el problema. Hay todo un arte, invisible para los puristas tristones, en la sencillez de una canción pegadiza. De verdad que celebrar el amor en la discoteca, el festival o en la sala de conciertos es una cosa muy seria. Este viernes la sala Hangar fue uno de esos espacios destinados al disfrute sin pretensiones.

En el camerino admitieron estar cansadas. Después de todo, vienen de una gira por latinoamérica y los viajes en la furgo por las carreteras españolas empiezan a pesar incluso si, como es el caso de la cordobesa María Talaverano (voz y teclados) se trata de tocar en casa. "Sí, pero el escenario tiene algo especial porque cuando te subes se te olvida el cansancio y lo das todo", admitía Paola Rivero (guitarra y voz). Antes del bolo se preparaban en mitad de un aura familiar que se construye cuando no hay más remedio que "estar juntas en esto", en una industria que desgasta si no se tienen buenos apoyos. "la verdad es que al principio nuestros propios compañeros se reían de nosotras, de lo que hacíamos, pero ahora no porque hemos escalado y nuestro trabajo habla por sí mismo", respondió la vocalista a la cuestión de tener que justificarse más que las bandas masculinas. "La verdad es que ya no tanto", añadió Alicia Ros (bajo).

En la pista esperaba mucha pubertad, varias parejas envueltas en caramelo, universitarios, alguna periodista curiosa y responsables de comunicación con ganas de olvidar la semana. Las Cariño comenzaron con Llorando en la acera y Lo que te quiero, temas de un nuevo disco que hasta en directo se percibe más compacto en sonido e intención. Las amigas de Lavapiés han trabajado duro y el cambio de sello a Sonido Muchacho les sienta bien. "¡Mi tierra la más grande de toa España!", clamó la teclista antes de que tocaran Modo avión y Excusas. "¡Viva Córdoba y las aceitunas de mi abuela!", añadió. Pero el público se incendió con Llorando en la Limo, la versión del tema de C. Tangana por el que la banda comenzó a sonar en las discotecas alternativas de Madrid.

"¿Por qué llevamos gafas de sol de noche y en una sala?"

Luego un breve paréntesis de tristeza en No me convengo y Antes. Pero incluso en las canciones más decadentes permanecía ese ritmo animado para acompañar a la alegría de compartir la tristeza con los compañeros de generación. Pese a las incomodidades que presenta Hangar, con demasiado espacio a lo largo y poco a lo ancho, aquellos a quienes no les molestaba el olor caliente a humanidad se hacinaban en las primeras filas. Un chico y una chica imitaban el look de la teclista, con las gafas de sol puestas durante todo el concierto. "¿Por qué llevamos gafas de sol de noche y en una sala? pues no sé, es una cuestión de confianza. Te dan como más vibes, ¿sabes?" comentaron los fans en mitad de la exaltación colectiva. Quizá estuvo de más esa pregunta a oyentes de títulos como Mierda seca o tamagochi, dos de las canciones estrella de un repertorio elegido para contentar tanto a nuevos como antiguos adeptos.

Las estrellas de la noche fueron Si quieres y Canción de pop de amor. No podía faltar Bisexual, un alarde elegante del descubrimiento de esta orientación sexual - Cuántos jóvenes lo habrán tenido más fácil al sincerarse con sus familias gracias a esta canción-. Aunque Sadmeal llegó con una dosis extra de autotune para levantar todos los brazos, poner los corazones - y las pantallas de los móviles- en el aire como colofón previo a la guinda reguetonera Bonus Trap. La fiesta de las emociones se desvaneció entonces, tras una gran ovación, para dar paso a la fiesta de todos lo fines de semana: la del gin tonic amargo, los problemas sonando junto a la música comercial alta, ese vértigo familiar y la realidad movediza. Por eso cuando llega de pronto el buen pop de amor, como pasa con las sonrisas sinceras, es importante aprovecharlo con seriedad.