Cada ejemplar de la novela Morir en tierra extraña, la primera de Rafael Medina Cecilia, viene acompañada de una postal de agradecimiento enmarcada junto a una foto de su familia, lo que dice mucho del carácter y las prioridades de este funcionario, licenciado en Geografía e Historia e interesado en fomentar la calidez humana a través de su escritura.

¿A qué sucesos se enfrentan los protagonistas de esta historia?

Gregorio, Agustín y Juana son tres cordobeses que, por circunstancias, se encuentran trabajando en Baena como jornaleros cuando les coge el inicio de la Guerra Civil. También vivirán el periplo del exilio republicano. Saldrán de España por la frontera francesa y acabarán en los campos de concentración franceses de Argelès-sur-Mer y en Gurs. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, participarán en la Resistencia francesa e, incluso, llegarán a vivir la experiencia de los campos de concentración y exterminio de la Alemania nazi. Esta es la primera parte. En lo que respecta a la segunda, ambientada en los años 80, los protagonistas vuelven a Córdoba y allí se desarrolla una trama de intriga en una residencia de personas mayores, que decidí ubicar en el Parque Figueroa. Aparecerán otros personajes, personas mayores a las que pretendo hacer un homenaje.

¿Por qué asegura que esta no es otra novela sobre la Guerra Civil?

Pretendo que la novela sea un viaje por el alma del ser humano, por sus sentimientos más profundos, por el sufrimiento, el dolor, la rabia o la venganza, pero también por el amor más tierno, la amistad incondicional, la capacidad de perdonar, así como la búsqueda de la justicia y la libertad. En la portada ya señalo que esta historia es un espejo donde el ser humano se muestra desnudo y sin barniz alguno de civilización. Creo que es un libro que está continuamente interpelándonos, nos está preguntando qué haríamos en situaciones muy duras.

¿Cómo ha vivido el proceso de escritura?

Mi intención era hacer una novela histórica y al final ha terminado siendo un proyecto que he denominado novela humana, un género que me he inventado. Porque la historia llegó a interpelarme mucho. Comencé a escribirla con unos principios muy sólidos y en el desarrollo me di cuenta de que no sé realmente que haría de encontrarme en las situaciones de los protagonistas, si sería capaz de afrontar una posible guerra civil, si saldría a la calle o me escondería. Ni siquiera sé si en los momentos duros la venganza llegaría a transformarme.

¿Son constantes los dilemas morales en la obra?

Morales y éticos. Por eso decía que esta no es una novela más sobre la Guerra Civil, ni sobre un campo de concentración nazi. Muchas de las víctimas que padecieron el sufrimiento en el campo también se convirtieron, sin quererlo, en verdugos. Esta lectura te hace cuestionar tus principios.

¿Por qué decidió abordar este contexto histórico?

La Guerra Civil es una etapa que está sin cerrar todavía en España. No somos un país que se haya reconciliado con su historia. Seguimos intentando tapar con miedo, y sin mirar de frente, una etapa todavía presente, ya que siguen apareciendo fosas comunes con miles de cuerpos. Seguimos mirando hacia otro lado. Por eso pensé que era necesario reivindicar el mirar cara a cara a la historia, para reconciliarnos con ella; buscar la justicia y no la venganza. Es más, uno de los personajes llega a decir que nuestra democracia ha estado asentada sobre una alfombra donde hemos estado escondiendo a nuestros muertos. Creo que es una imagen realista de lo que ha sucedido durante todo este tiempo. Las fosas comunes son nuestras alfombras.