El narrador nicaragüense Sergio Ramírez, primer centroamericano en ganar el Cervantes, en 2017, es de esos autores marcados irremediablemente por su tiempo, su contexto social y político, que le han llevado a elaborar una obra prolífica, cargada de reconocimientos, como el Dashiel Hammett, en 1990, o el Alfaguara de novela por Margarita, está linda la mar, por la que obtuvo también el premio latinoamericano de novela. La cara amarga de su trayectoria creativa es el exilio de su país, que debió afrontar a sus treinta durante la dictadura de Somoza y que ahora vive de nuevo por las consecuencias de su última novela, Tongolele no sabía bailar, prohibida por el gobierno nicaragüense, y que el autor trae con pesar, y agradecimiento, al broche de oro del festival Cosmopoética.

"Es la segunda vez que me toca el exilio, la primera durante la dictadura de Somoza, aunque entonces el exilio tenía para mí una dimensión muy diferente porque yo estaba involucrado en una lucha muy cruenta para derrocar a una dictadura de medio siglo", ha explicado el novelista. Entonces formaba parte de la revolución sandinista que terminó por derrocar al régimen de Somoza. Sergio Ramírez entró luego a formar parte del gobierno de Daniel Ortega, de modo que ejerció de vicepresidente de Nicaragua hasta retirarse de la política en el 96 para dedicarse a su verdadera pasión, la creación literaria. De esa etapa surgió la obra Adiós Muchachos.

Paradojas de la vida. Con 79 años, el escritor se ha visto obligado a exiliarse a España, a Madrid concretamente, junto a su mujer debido al impacto de Tangolele no sabía bailar, una crítica a la represión de las protestas del gobierno de Daniel Ortega en 2018, que no ha pasado desapercibida. "Mi mujer y yo tuvimos que dejar nuestra casa con lo que cabe en una maleta; Pensar en una casa abandonada es lo más triste que le puede pasar a alguien que afronta el exilio", declara el escritor, instalado con su mujer en Madrid, aunque sin saber por cuanto tiempo.

Pese a las circunstancias, Sergio Ramírez no duda ni un momento que seguirá escribiendo, aunque tenga que "mover de lugar el ordenador", porque "para la escritura no hay edad, y uno escribe hasta el último de sus días", explica. Por ello manifiesta su solidaridad con todo artista represaliado.  "Donde hay una tiranía hay un escritor perseguido", declara, "Siempre me he solidarizado con los escritores exiliados y en las cárceles" y pone como ejemplo la brutalidad del régimen de Bielorrusia.

El novelista no piensa dejar que silencien sus palabras. Próximamente viajará a la Feria del Libro de Guadalajara, aunque ahora se encuentra aquí, en Córdoba y en Cosmopoética. Horas antes de su encuentro en la sala Orive con el público, dice sentirse "agradecido", por su invitación a esta cita. Pese a ser "más bien un narrador", dice sentirse "en familia" entre poetas. "Siempre he creído que la prosa no está despojada de sentido poético y si no tiene ritmo no existe como tal, además soy una gran lector de poesía clásica y contemporánea. Me sirve de instrumento para escribir", explica ante la prensa, en un encuentro en el que ha estado acompañado del director literario del Festival, Antonio Agredano, y la coordinadora de Cultura del Ayuntamiento, Eva Delgado.

El Premio Cervantes nicaragüense Sergio Ramírez en el encuentro con la prensa con motivo de Cosmopoética CÓRDOBA

La literatura "debe tocar las cosquillas"

Con pesadumbre, el autor se ha referido a la lucha contra la dictadura nicaragüense como "larga y difícil" y con necesidad de "muchos sacrificios" para que se pueda ver un, todavía lejano, cambio político. No obstante, el Premio Cervantes arroja esperanza cuando expone que "la tumba de estos regímenes tiránicos es la acumulación de poder", y agradece el apoyo de la comunidad internacional y del gobierno de España.

El director de Cosmopoética, Antonio Agredano, ha resaltado el apoyo de esta cita cultural cordobesa, alegando que "la literatura debe tocar las cosquillas" lo que sin duda deja presente el compromiso del autor nicaragüense, que recuerda a los asistentes la fragilidad de la libertad, personal y creativa.