Cuánto vale la vida de una persona, eso mismo es lo que pregunta el profesor que encarna Michael Keaton a sus alumnos, justo cuando arranca este drama judicial, basado en hechos reales. Y a ello alude el título: valer. A partir de entonces, el protagonista es uno de los mejores abogados norteamericanos (Kenneth Feinberg), experto en poner precio a incidencias de todo tipo, será el encargado de valorar y negociar cada una de las indemnizaciones con las que el Estado tendrá que hacer frente a los casos provocados por el atentado del 11S en una misión de lo más complicada, puesto que tendrá que convencer a cada uno de los afectados para que renuncien a denunciar a líneas aéreas y aseguradoras, aceptando lo que el Gobierno les entregará después de pactar con el bufete de abogados que Feinberg regenta en Washington D.C. Para ello, lo primero será convencer a todos aquellos que creen estar siendo utilizados, un tema bastante sensible para quien acostumbra a resolverlo todo calculadora en mano, ajeno a los sentimientos de las víctimas. Entre ellos encontrará un complicado escollo que salvar en el personaje que tan bien interpreta Stanley Tucci, un viudo de una víctima del atentado que consigue atraer la atención de muchos de ellos a través de su web. Sin embargo, también será quien consiga hacerle ver al poderoso abogado lo que hay tras cada uno de esos expedientes. Al final, todo va sobre eso, sobre la sensibilidad hacia el otro.

La directora Sara Colangelo dirige con bastante buena mano, siendo consciente de la delicadeza con la que tratar el tema, apostando por la sugerencia y dando de lado a cualquier aprovechamiento poco apropiado. Además, consigue una magnífica dirección de actores, donde brilla con luz propia el estupendo trabajo de composición del personaje que realiza Keaton, aunque también está a la altura la que hace de socia suya en la ficción, me refiero a Amy Ryan, como también el ya mencionado Tucci. Muy recomendable, por tanto, y sobre todo bastante oportuna ahora, cuando se cumplen veinte años.