Lo prometido es deuda; la que tenía el dandy del rockabilly español con sus seguidores desde que abandonase el mismo escenario en el que anoche se redimía de su adiós al público en el Festival de la Guitarra. Una inoportuna afonía dejaba a Córdoba fuera de la gira El último clásico, que, sin embargo, luego continuó su itinerario sin más incidencias. Hay auditorios que están malditos, como la apariencia de galán gótico de este veterano catalán al que la pandemia ha golpeado igual que a toda la escena. El Loco ha confesado en entrevistas el verse a sí mismo como un músico más protagonista de su tiempo que testigo, pero el público maduro, o pureta, como coloquialmente se dice, que acudió diligente al concierto estaba más bien ansioso de escapar a los 80, a una vida sin enfermedades globales ni reinos pop, solamente guitarras, sexo, drogas y rock and roll.

Loquillo y su banda, anoche en La Axerquía. | FRANCISCO GONZÁLEZ

Una América de rutas alternativas, moteles, luces de neón y cadillacs apareció cuando sonaron los primeros temas. Salud y rock and roll y Cruzando el paraíso, con el que el Loco homenajeó a Jean Paul Belmondo, iniciaron el calentamiento de veintenas de camisetas negras, vaqueros remangados y botines negros con punta. Para un rockero supone una dificultad añadida el respeto a las medidas sanitarias con una cerveza en la mano. Como un predicador o una especie de figura tocada por el misterio de la música, José María Sanz Beltrán se dio a sus fieles, parco en palabras y, según parecía, provocando emociones profundas. Creo en mí, uno de los platos fuertes del último disco, y El rompeolas encendieron el auditorio y el pitillo que se fumó el cantante. El viaje en el tiempo, a la época de Los Trogloditas, se produjo con Rock suave, «Vivimos tiempos asesinos -declaró-, la libertad individual lucha contra la Administración, pero si hay algo peor que el miedo es el silencio». El ruido no pudo sonar mejor gracias a la batería de Laurent Castagnet, el bajo de Alfonso Alcalá y las guitarras de Josu García, Igor Paskual y Pablo Pérez. Qué es un predicador sin una banda de adeptos apasionados. Imposible no cantar a grito pelado temas del imaginario colectivo como Rey del glam. No podía faltar El mundo necesita hombres objeto después de la vuelta a la época de los after eternos. El espectáculo consiguió el triunfo del rock y dio a sus viejas glorias lo que pedían, la redención de un cantante empeñado en seguir en buena forma.