Cuando ya se saboreaba el triunfo, un jarro de agua fría cayó sobre Córdoba aquel 28 de junio del 2011, al desvanecerse el sueño de la Capitalidad Cultural del 2016, que, finalmente, se fue a San Sebastián, donde este éxito se celebró bastante menos de lo que se lloró su pérdida en Córdoba. Todos los cordobeses se implicaron en la consecución del reto, que iba a suponer por fin el despegue de una ciudad milenaria que pretendía evolucionar desde lo patrimonial a lo contemporáneo con la ayuda de las inversiones millonarias que llegarían de Europa. En estos diez años, la cultura ha sobrevivido en Córdoba, aunque aún se aspira a aprovechar el potencial de una ciudad que posee cuatro títulos Patrimonio de la Humanidad, dos de ellos conseguidos después del 2011, o a crear una agenda cultural única en la que participen las entidades públicas y privadas.

El Puente Romano se llenó de cordobeses vestidos de azul en uno de los actos de apoyo a la candidatura. FRANCISCO GONZÁLEZ

Después del varapalo, de la frustración y la pena se pasó al enfado y la pelea. El Ayuntamiento, donde apenas un mes antes se estrenaba como alcalde José Antonio Nieto, y el bufete de abogados de Mariano Aguayo impugnaron la decisión del Ministerio de Cultura al entender que no se habían cumplido los criterios de valoración fijados en las normas europeas, un recurso que el Tribunal Supremo admitió a trámite, pero que después tumbó.

La fachada de palacio de los Páez de Castillejo ha sido restaurada. A.J. GONZÁLEZ

Y mientras todo esto pasaba, la Córdoba destronada y decepcionada trataba de convencerse a sí misma de que con el título o sin él, la ciudad seguiría aspirando a ser capital cultural siempre gracias al trabajo realizado para alcanzar el reto. La primera iniciativa para llegar al objetivo fue la redacción, a lo largo del 2012 y con la colaboración de la Junta de Andalucía, del documento Córdoba Reinicia, que proponía la reformulación cultural de la ciudad basándose en el trabajo realizado durante el proceso de opción al título, pero el primer escollo fue la desaparición de la Fundación Córdoba Ciudad Cultural, el organismo que pilotó el proyecto Córdoba 2016 desde el 2006.

La Biblioteca del Estado abrirá en septiembre. MANUEL MURILLO

Proyectos en un cajón

Así las cosas, los 158 proyectos elaborados para la candidatura se quedaron prácticamente todos en un cajón. Nada se supo del Foro Córdoba para el diálogo mundial, al que mostraron su apoyo múltiples instituciones internacionales y personalidades de prestigio mundial, y que se convertiría en un referente de las prácticas de resolución pacífica de conflictos, ni del denominado Paradigma Córdoba, con el que la ciudad aspiraba a ser un lugar de encuentro para el diálogo con el norte de África. Tampoco se cuenta con un aeropuerto con vuelos regulares, a pesar de la ampliación y mejoras realizadas en el mismo, como se esperaba tener en 2015; ni se ha sabido nada de aquel Plan de Equipamientos e Infraestructuras Culturales que contenía las previsiones de edificaciones entre 2012 y 2106, una propuesta que también respondía a una reestructuración global de la relación entre el espacio público y la cultura, recuperándose las dos orillas del Guadalquivir para uso y disfrute de los ciudadanos. Miraflores se quedó sin el soñado Palacio de Congresos diseñado por el holandés Rem Koolhaas (sustituido ahora por el Centro de Convenciones situado en el Parque Joyero) y sin el nuevo Museo de Bellas Artes, entre otras aspiraciones. Solo el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A, antes C4) aguantó el envite y, después de cuatro años terminado, logró abrir las puertas cuando casi finalizaba el año maldito.

Inauguración del Centro de Creación Contemporánea de Andalucía en diciembre del 2016. A.J. GONZÁLEZ

Pocas novedades

El espíritu del 2016 fue desapareciendo en una ciudad cuyos representantes políticos no han dejado de hablar de la cultura como fuente de desarrollo económico y de progreso, de su importancia y su valor social, así como del talento de los creadores de la tierra, aunque en esta década se han aportado pocas novedades a la agenda cultural de la ciudad. Aún así, además de la apertura del C3A, que ha puesto a Córdoba en el mapa de la cultura contemporánea, la ciudad ha visto en estos años cómo se consolidaban eventos multitudinarios como la Noche Blanca del Flamenco o el Festival de la Guitarra; cómo nacían nuevos festivales como Río Mundi o el de Circo Contemporáno, de los que se desconoce su continuidad una vez que la pandemia los ha suspendido en estos dos últimos años; o Flora, que volverá en octubre. Desde el 2015, la ciudad cuenta con el Centro Botí, un nuevo espacio para el arte contemporáneo dependiente de la Diputación, y ahora el reto está en Caballerizas, un equipamiento que aspira a ser un centro expositivo. Se han hecho mejoras en el Alcázar y con casi tres años de retraso, la biblioteca del Estado parece que abrirá sus puertas en septiembre. También se ha culminado la primera fase de la restauración del palacio de los Páez de Castillejo, sede del Museo Arqueológico. Por su parte, el yacimiento de Ategua ha empezado a existir para las instituciones, que han comenzado a trabajar en estos restos, aunque el de Cercadilla solo aspira, por ahora, a ser limpiado de jaramagos.

Pero, en lo que a arqueología se refiere, el gran triunfo de Córdoba vino de la mano de la ciudad califal de Medina Azahara, que desde hace tres años es Patrimonio de la Humanidad, un título que también alcanzó en el 2012 la Fiesta de los Patios, lo que eleva a cuatro los reconocimientos de la Unesco de los que goza Córdoba, una baza a la que la ciudad quiere sacar partido tanto a nivel cultural como turístico, pero que sigue a la espera de ese potente proyecto que distinga definitivamente a Córdoba por su forma de vivir la cultura, el gran reto del 2016 que aún recuerda el avión que luce, tan desvencijado como ese viejo sueño, en el Balcón del Guadalquivir.