Para la sociedad actual las referencias sobre bandolerismo o bandoleros quedan muy lejos de los tópicos románticos que se extendieron por la Europa del siglo XIX. Hoy día nuestro principal referente, aunque ya algo lejano, es la figura televisiva de Curro Jiménez, personaje de la serie homónima que a finales de los años 70 protagonizaba el actor Sancho Gracia. Este forajido era un “Robin Hood” andaluz que robaba en Sierra Morena a los ricos para repartirlo entre los pobres.  

Un supergobernador para Sierra Morena

Pero el bandolerismo más allá de estereotipos fue un grave problema de orden público en Andalucía durante gran parte del siglo XIX y muy especialmente tras la revolución de la Gloriosa de 1868, en la que se derroca a la monarquía de Isabel II. Se trata de un periodo de gran inestabilidad política que dispara la inseguridad ciudadana en Córdoba y que lleva al Gobierno central a nombrar un gobernador civil ajeno a la provincia que intente atajar la impunidad con que actuaban en la provincia estas auténticas bandas del crimen organizado. La persona elegida es el cacereño Julián Zugasti y Sáez, político cercano al círculo del general Prim que había participado en la batalla de Alcolea junto al general Serrano y muy comprometido con la erradicación de la delincuencia. El gobierno, además, le concede poderes especiales sobre las provincias de Málaga y Sevilla y según la propia autobiografía del gobernador, a su llegada a la ciudad, además de implantar la temible ley de fugas, Zugasti concibe la idea de utilizar la fotografía como medio para erradicar los delitos y excesos que venían cometiendo los bandoleros con total impunidad. Tal era la situación en Córdoba, que el célebre bandido Pacheco, inmortalizado por el genial Pío Baroja en su novela La Feria de los discretos, campaba a sus anchas por la ciudad sin ser detenido, lo que le permitía incluso acudir a la galería del fotógrafo José García Córdoba para realizarse un retrato. Una imagen que se comercializó como la de un gran héroe y era objeto de veneración, no solo entre el pueblo, sino también entre intelectuales y artistas como la saga de los Romero de Torres.

Bandoleros cordobeses 1870 Joaquín Hernández de Tejada

La imagen al servicio del orden

La fotografía, ya desde su misma invención, fue utilizada al servicio de numerosas disciplinas y aplicaciones como la medicina, la astronomía, la prensa, el arte o simplemente para obtener un retrato de un ser querido. Sin embargo, los Estados comprobaron inmediatamente las grandes posibilidades que el invento de Daguerre y Niepce tenía como instrumento de control de la población a través de su capacidad de registro. Ya en 1841 nos encontramos en la ciudad de París con los primeros antecedentes, al encargar el Estado retratar a los individuos encarcelados para realizar un archivo. No obstante, ésta y otras ideas no prosperarían hasta no contar con una tecnología apropiada como la popular tarjeta de visita. Este método fotográfico fue inventado por el francés Adolphe Disdéri en 1854 y permitía con un solo disparo impresionar en una placa hasta 12 fotografías, multiplicando fácilmente el número de copias de una fotografía a un coste por primera vez reducido. Aunque su sistema no se hace universal hasta que en 1859 el emperador Napoleón III detiene a sus tropas a la puerta del estudio de Disdéri cuando se dirigía a la guerra contra Italia.

En nuestro país, el primer caso de utilización de la fotografía como herramienta policial se enmarca dentro del conocido proyecto el gobernador civil de Córdoba Julián Zugasti, que desarrolla en los primeros años de la década de 1870. El proyecto de Zugasti, según él mismo refiere en su autobiografía, consistía en:

“ … Fotografiar a todos los criminales y sospechosos a fin de formar para cada pareja de la Guardia Civil su álbum correspondiente, además de las reproducciones necesarias para el Gobierno, sus delegados, y para todas las dependencias de orden público.”

 Las fotografías, según el propio gobernador, se completaban con la documentación escrita necesaria para identificar con la mayor seguridad a los sospechosos, así como una relación donde aparecían sus principales delitos y fechorías. Este método, por lo tanto, permitía realizar un censo completo de imagen y texto que describía la identidad de los sospechosos y delincuentes más habituales para así intentar controlar sus movimientos por la provincia.

Bandolero bandido Pacheco 1870 José García Córdoba

Fotógrafos contra bandoleros

No obstante, Zugasti tuvo que pelear durante varios meses con la burocracia y la escasez presupuestaria para conseguir los fondos necesarios para realizar su proyecto, que finalmente sufragó la Diputación Provincial, cediendo además de fondos a su fotógrafo: Joaquín Hernández de Tejada. Este retratista era un galardonado pintor local y poseía galería fotográfica en la ciudad desde al menos 1867 en la calle Carreteras, 5, hoy Pedro López. Su estudio era conocido en la ciudad como La Galería Americana donde realizaba retratos de todo tipo y tamaño, por los que cobraba 40 reales por la primera copia en formato de tarjeta de visita. El principal obstáculo estaba salvado pero ahora había que localizar a los individuos y retratarlos. Para ello, además de fotografiar a los criminales que en ese momento se encontraban en prisión, Zugasti dictó un bando que prohibía todo tipo de navajas y cuchillos de grandes dimensiones, imponiendo grandes multas a las personas que contradijeran su orden. Esta táctica del gobernador sirvió para detener momentáneamente a un gran número de sospechosos a los que, tras tomarles declaración, se les mandaba fotografiar. Una tarea que llevó a Tejada de cárcel en cárcel por toda la provincia para realizar el primer censo de delincuentes de la historia criminal española. Hasta la fecha se conocen dos de estos álbumes, que recogen un total de 77 detenidos, hombres y mujeres de todas las edades e incluso niños. Los retratos siempre muestran a los bandidos de modo frontal sobre un fondo claro para centrar toda la atención en el rostro del detenido, evitando cualquier artificio estético. Sorprende como muchos de ellos, lejos de mostrar una actitud temerosa o preocupada, posan ante la cámara con naturalidad, con una gran sonrisa o incluso despreocupados con un cigarrillo o puro en la boca.   

Un proyecto histórico

Con este sistema y las duras medidas policiales el gobernador consiguió reducir los delitos y la inseguridad de los caminos de la provincia, al lograr su propósito de identificar a los criminales. Un modelo que consiguió la detención o muerte de 107 bandoleros, entre ellos seis de los más peligrosos de Andalucía. Además, el avanzado gobernador intentó incorporar, sin éxito, una fotografía de las personas en sus documentos de identidad, idea que con el paso tiempo se implantaría en todo el mundo.