En los sombríos inicios de la pandemia, cuando el COVID asestaba un aldabonazo a la vida cotidiana y confinaba al mundo en sus casas, Luciano López y Araceli Godino recibían el sensacional encargo de bucear, ordenar y editar la correspondencia entre Miguel Delibes y Francisco Umbral.

Casi 300 cartas, escritas entre los años 1960 y 2007, que destilan la sincera amistad y mutua admiración entre dos personalidades tan opuestas como armoniosas. Un afectó quebrado por la muerte del más joven, Francisco Umbral, tres años antes que la del propio Delibes, y que puso fin a una relación epistolar donde de igual forma se confiaban achaques de salud que inquietudes literarias o los más mundanales asuntos de dinero. La recopilación de ese material ha fraguado en un libro: “La amistad de dos gigantes. Correspondencia (1960-2007)” editado por Destino.

"Detrás de esa imagen de cierto cinismo, dandi, agresiva, descubres a un hombre con dudas, vulnerable"

Esa última carta que termina con la profusa correspondencia entre los dos genios literarios es el pésame de Miguel Delibes a la mujer de Francisco Umbral, la zamorana de Santa Eulalia de Tábara María España Suárez. “Cuando la escribió nos contó Elisa, su hija, que estaba hundido por el mazazo que supuso para él la muerte de un hombre que era como su octavo hijo” relata Luciano López. “En esa carta se percibe el dolor y el deterioro físico que tiene Miguel Delibes. La escritura es diferente, titubeante y temblorosa” detalla Araceli Godino.

Si Luciano López, zamorano de Villalpando, y Araceli Godino recibieron el encargo de recopilar y seleccionar para un libro todo ese material, fue por los antecedentes literarios de esta pareja de escritores, vinculados a la obra del vallisoletano universal. “Algunos dialectísimos espigados en la obra de Delibes” escrito de forma conjunta; o “Naturaleza y ruralismos de Delibes”, “Dos notas sobre Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso” y “En torno a las palabras de Delibes” de Luciano Lorenzo, avalan el conocimiento y admiración hacia la obra.

Elisa Delibes de Castro, hija del novelista y presidenta de la Fundación Miguel Delibes, les encomendó una tarea que para Luciano y Araceli era “todo un honor”. “Empezamos al principio de la pandemia, ambos estábamos en un confinamiento preventivo, y en cuanto nos mandaron los manuscritos de las dos fundaciones (Delibes y Umbral) nos pusimos a trabajar” cuentan al alimón desde su domicilio en Madrid.

Delibes y Umbral, relato de una amistad.

“Lo primero era leer todo de manera ávida para tener una idea general, y luego carta por carta analizando, ordenando, comprobando fechas o buscando referencias de los hechos que se mencionan” relatan sobre el trabajo.

En el caso de Miguel Delibes la mayoría de las cartas eran manuscritas, con la dificultad que entrañaba descifrar los escritos muchas veces “ilegibles, aunque no muy extensos porque con frecuencia utilizaba tarjetones o cuartillas” revelan. “Tenemos que agradecer la colaboración de Pepi Caballero, su secretaria durante 24 años, que nos facilitó el trabajo y sobre todo evitar caer en errores de interpretación” precisa Araceli Godino.

"Es la amistad de dos clásicos contemporáneos, como si nos encontráramos ante la correspondencia entre Quevedo y Cervantes”

Menos complicada resultaba la lectura de las cartas de Umbral, por lo general mecanografiadas. El acceso a una correspondencia tan íntima ha permitido a los editores descubrir aspectos personales desconocidos. “En el caso de Francisco Umbral tienes esa imagen agresiva, dandi y de cierto cinismo, pero en sus cartas descubres a un hombre con dudas, vulnerable” expresa Luciano López. Un joven escritor que se sincera con su maestro y casi tutor. “Delibes no solo le abrió las puertas del periódico (’El Norte de Castilla’, del que fue director), también de los círculos periodísticos y literarios de Madrid o la Revista Destino de Barcelona. Se ocupó de protegerle. Es la amistad de dos clásicos contemporáneos, como si nos encontráramos ante la correspondencia entre Quevedo y Cervantes” compara el villalpandino.

La exploración de esa relación epistolar descubre a dos personalidades tan brillantes como cotidianas. Un Delibes “comedido, prudente y parco en sus manifestaciones” frente a un Umbral “más lenguaraz, crítico e irónico, pero tenía una prosa maravillosa, hasta en las cartas usa la metáfora. Es una delicia leerlas” cuenta Godino. Según Luciano López, “las cartas de Francisco Umbral son una crónica social de la época. Por ellas desfilan multitud de personajes que se mueven en todos los ambientes”.

"La muerte de Umbral fue un mazazo para Delibes, decía que era como su octavo hijo"

Al margen de la literatura, Umbral y Delibes se cuentan sus problemas de salud y también los apuros económicos, como el “tambaleante presupuesto” del pupilo, sin obviar “dudas e inseguridades sobre sus propias obras; cuestiones que a la hora de manifestarse como novelistas normalmente no reconocían públicamente. Probablemente no pensarían que esto se iba a publicar” puntualiza Araceli Godino. Resultan elocuentes las reflexiones de todo un director de la primera cabecera de Valladolid en torno a los problemas con la censura o sus dudas ante el ofrecimiento para dirigir “El País”, que finalmente rechazaría.

O los disgustos que le generó esa misma censura en sus novelas. “En ‘El príncipe destronado’ tuvo que cambiar una hoja por poner ‘¡Qué jodío chico! No piensa más que en matar, parece un general’, y lo tuvo que dejar: «¡Qué jodío chico! No piensa más que en matar, parece qué sé yo’”.

A la vez Delibes, doce años mayor que su amigo y protegido, era un gran crítico literario, “hacía unas recomendaciones muy interesantes a Umbral como novelista y al mismo tiempo elogiaba su prosa” describe la escritora y filóloga.

“Se alababan el uno al otro, aunque también se ponen objeciones. Delibes es muy humilde, decía que nunca ha sabido escribir artículos pero tenía un fino olfato de crítico literario. Fue el primero que descubrió a Umbral, en seguida se dio cuenta de su talento. Y a su vez éste es un grandísimo crítico literario, escribió un ensayo sobre la obra de Delibes” concede Luciano López.

La relación epistolar, compilada en esta obra, dibuja a dos genios ante todo humanos. El libro ha sido prologado por el escritor y catedrático Santos Sanz Villanueva.