Compañía: La Zaranda

Obra: ´Nadie lo quiere creer´

Autor: Eusebio Calonge

Intérpretes: Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos.

Dirección: Paco de la Zaranda.

Día: Domingo, 27 de marzo

Todos los días 27 de marzo desde 1961 se celebra el Día Mundial del Teatro. En esta ocasión el manifiesto que se leyó con este motivo ha sido redactado por Jessica A. Kaahwa, dramaturga y pedagoga teatral.

Además de esta lectura, que realizó el actor cordobés Antonio Aguilar, la compañía andaluza La Zaranda puso en escena en el coliseo cordobés Nadie lo quiere creer original de Eusebio Calonge y dirigida por Paco de la Zaranda. Es esta una obra que fue Premio Nacional de Teatro en 2010 y que la compañía gaditana trae al Gran Teatro. La Zaranda sigue fiel a su estética, a su lenguaje escénico, a su filosofía de mostrar la vida a través del deterioro físico y hasta la muerte. Entienden el hecho teatral a partir de un código escénico en el que materializan un pensamiento, una utopía, una realidad al fin y al cabo que es previsible a quienes siguen la trayectoria de esa Compañía Inestable de la Andalucía Baja: la impronta de su trabajo se repite con pocas variantes, pero esa es la esencia de su teatralidad, de su forma de ver e interpretar las cosas. La composición de los personajes es la materialización de una utopía.

El espectador contempla el trabajo de los intérpretes desde la lejanía de la metáfora que se representa sobre el escenario. No es sólo una mujer al borde de la muerte la que nos habla desde la escena, es una secuencia de la descomposición de una sociedad que, como todo lo que se ciñe a lo material, acaba por desaparecer. Los actores llevan a cabo una interpretación magnífica, aunque previsible, de todo lo que rodea las mezquindades humanas que se arremolinan en torno a la muerte. La vieja dueña de una saga familiar se muere y en torno a su lecho se arremolinan parientes de las más perdidas ramas del árbol genealógico al calor de una herencia que hace despertar los más bajos instintos e intereses. Saquemos esto del contexto de una familia y llevémoslo a la sociedad en general y tendremos esta obra sobre la que los espectadores deben pensar en su mensaje.

Por lo demás, escenografía, dirección, interpretación, las envolturas blancas como sudarios en que los personajes aparecen arropados están al servicio de esa idea global de tedio y esperanza que subyace en toda la obra. De lamentar es que, por las razones que sean: domingo, una hora no habitual en el Gran Teatro, las 20.00 horas, o por vayamos a saber que otra cosa, se llenara una escasa cuarta parte del aforo de la sala.