He aquí una receta para no morir de viejo: Una vez en la vida hay que escuchar a Bruce Springsteen cantando Badlands . Más de 30.000 personas en Sevilla regresaron anoche a sus casas con esa cruz marcada en la lista de cosas que uno debe hacer en este mundo antes de morirse.

Para todos esos fans, en esta categoría de imprescindibles, ya solo hay una cosa que supere el rugido de Badlands , el primer trueno que anoche sonó en el estadio de la Cartuja: Haberla escuchado por primera vez en 1978 en un tugurio de New Jersey, donde El Boss compuso su cuarto álbum, Darkness on the Edge of Town .

Pero antes de que eso ocurriera, la banda quiso presentarse personalmente a la ciudad. Pasadas las diez de la noche, Nils Lofgren caminó solo hacia el centro del escenario, sin guitarra, cargado con un acordeón, tocando los primeros acordes de Sevilla tiene un color especial. Tres días antes, en Bilbao, Lofgren se había marcado la misma performance con Desde Santurce a Bilbao. El efecto debió ser parecido: el público se sintió aludido, entusiasmado y pletórico, y ya no se despegó de la escena durante las tres horas que duró el concierto.

BIEN ACOMPAÑADO Bruce apareció flanqueado por su dos pretorianos del rock, Steve Van Zandt, el pirata, Little Steve y su guitarra, a la derecha, y el mastodonte Clarence Clemons a la izquierda, el reverendo Clemons, un negro que mide dos metros y va cubierto por un sombrero de cowboy y una gabardina larga, y que porta el mejor saxo de la historia del rock. Todos los componentes uniformados de negro --porque el rock no tiene color, ¿lo saben, no?--. En un cuarto de hora, la E Street Band ya había logrado la rendición incondicional del público, primero con Badlands , y después con Hungry Hearts , que la gente coreó como si a todos ellos les hubieran robado el amor de sus vidas.

Y, sin embargo, El Boss no volvería a desempolvar sus obras de arte hasta muy avanzado el concierto. Cuando llevaba una hora rugiendo, se acercó a la primera fila y recogió con sus manos todos los cartones y cartulinas que le enseñaban sus fans, en cada una una canción, una súplica, un ruego. Y en la última recta final, encadenó un clásico tras otro: Waiting for the sunny day, 41 shots, Love Someday, The Rising, Seven nights to Road, Boby Jean... Hizo algo memorable con She is the one , algo que no está en su disco Born to run , y desgranó la lírica de My hometown como si acabara de volver a su casa después de 30 años de gira, pero con la misma edad con la que la escribió.

Pero con esa artillería fusiló el concierto cerca de la una de la mañana. Antes, eligó un repertorio distinto al del último recital, y reescribió las canciones sobre la marcha, porque para eso es dueño de un estilo al que le escuecen los corsés. Dedicó diez minutos a contar la historia del bandido Pete, Outlaw Pete , el primer sencillo de su último álbum Working on a dream .

El calor le apretó las cuerdas vocales al Boss, que canta ronco y profundo, y saca el eco de las alcantarillas de América. "¿Tenéis mucho calor?" Preguntó en español, de rodillas, y leyendo una chuleta escrita en el suelo del escenario, mientras cantaba Working on a dream , "¿tenéis mucho calor? ¡Vamos a sacarle el espíritu a la música. Nosotros ponemos la música y necesitamos que Sevilla ponga el ruido!".

Ahí está una leyenda del rock chapurreando el español para que el público no piense que está hecho del vinilo de los discos y del polvo de la música. Volvió a hacerlo más tarde, al sentarse en el escenario, de espaldas a la gente, que le rodeó con los brazos hasta lograr casi que desapareciera en abrazos. O cuando subió a un niño al escenario, le cogió pipas de la bolsa y le invitó a cantar con él Waiting for a sunny day . Aunque el chico no se la sabía, dentro de una década se verá por televisión o en You Tube, y conseguirá ligar con su primera chica. Casi al final sacó a una chica a bailar Dancing in a light . Seguramente el 50% de los asistentes al concierto de anoche no había nacido cuando Bruce escribió Born to Run, el 60% no había perdido la virginidad cuando estrenó Thunder Road... Y aún así, le veneran como una tormenta de rock.