Importa el artista o el arte? ¿El autor o la obra? El viejo debate se reedita estos días en Estados Unidos ante el estreno de Apocalypto , el último trabajo de Mel Gibson tras las cámaras. La película, que ha despertado pasiones entre los críticos que la han visto, es la primera que Gibson realiza tras su controvertida y comercialmente exitosa La Pasión de Cristo . Y es también el primer trabajo que el director de Braveheart presenta tras el sonado incidente del verano, cuando un arranque antisemita hacia un policía que le detuvo por conducir bebido le convirtió en enemigo de la comunidad judía --muy presente en la Academia-- y en un paria en Hollywood.

Apocalypto tiene varios elementos en contra para igualar aquel éxito, por mucho que vayan al cine los latinos e indios americanos en quienes Gibson ha centrado la promoción. Si la película sobre Cristo se rodó en latín y arameo, ésta también es hablada en una lengua muerta (el yucatec, un dialecto maya), pero no relata una gran historia convertida en pilar de la civilización occidental sino una aventura de ficción ambientada en el colapso del imperio maya. Y no hay estrellas sino actores desconocidos. Lo que sí tiene Apocalypto es, gracias a la trayectoria de Gibson, mucha publicidad anticipada. Algunos críticos, como el de Rolling Stone , hablan de su "dolorosa belleza". Otros, como el del alternativo L. A. Weekly , narran una "experiencia hipnótica".