Diario Córdoba

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POESÍA

Los ojos en ti y en el mundo

García Montero recuerda a Almudena Grandes en ‘Un año y tres meses’

Luis García Montero en Cosmopoética. CÓRDOBA

a poco que buceemos en cualquier familia enseguida percibimos que entramos en un abismo donde, como en la película de Robert Wise, se concita el alborozo y el desconsuelo. El fallecimiento de la gran escritora Almudena Grandes le ha permitido a su compañero Luis García Montero escribir una elegía de excepción que se aleja de esos discursos elegíacos tan propensos al desafuero. En su contención y en el ejercicio del logos, de la búsqueda expresiva que encaje palabras y sentimiento podemos hallar un corolario certero, noble y siempre delicado ante la vastedad de la muerte y su ominosa presencia. Quizá sea el poema «Las escrituras» quien nos adentre con más razón en el sentido del mismo: buscar en la vida, poner los ojos en el mundo y desde luego en su amada Almudena, devolver paz al sol de invierno con Manrique cercano: «Busco y toco palabras/ mientras meto la mano en el agua del río/ que corre hasta el mar del cementerio/ cultivado y civil/ en donde está tu tierra». Son las palabras las que forjan el imperio del espíritu, su ánima, su fortaleza, las que pueden dar vida al poema y resucitar su sentido último. Y García Montero, en un ejercicio loable del cultivo de la palabra, se adentra en los despojos de una vida que ya no es, en esa simbólica mudanza donde la cotidianidad se adueña del todo y lo vivifica a través de las simbólicas cajas de cartón: «En la primera pongo la cabeza/ para guardar de golpe tu memoria». En total 25 poemas estructurados en tres bloques con doce poemas en los dos primeros y la coda final en el tercero.

Se inicia con una cita de Almudena Grandes: «Mientras él pudiera lavarla, peinarla, acariciarla...». Palabras para adentrarnos en un poemario que nos anticipa el ruido del mundo y la imagen de un atardecer en el que ambos caminan junto al mar y se rememora el intertexto de Góngora con la variante: «Orillas del mar,/ dejadnos soñar». En su recorrido vital por situaciones, circunstancias, espacios, viajes... García Montero desnuda el tiempo vivido con asociaciones de palabras y recursos líricos metafóricos muy de la vanguardia, como cuando dice «luz negociada» o «el mundo es un hotel / sin libro de reclamaciones». Una vía que siempre estuvo presente en su obra junto al destello lírico de los recursos narrativos que aspiran a una ficción vital, a la mentira de la ficción diderotiana que ahora se convierte en verdad ante el silencio prosaico del lenguaje de la quimio y el miedo a la diarrea.

El pálpito de los cuidados, el devenir del frío o la lucha para mantener un tiempo vivo frente a la costumbre del daño o las aguas negras que avanzan hasta la congoja. Una muerte siempre ordenada desde el bálsamo de la memoria, pero también desde su irascible vuelo, cuando «la tarde se asomó a mi vida». Ese abismo trata de conducirlo a través de su historia de amor, de la historia del viajero que se adentra en la balanza de los años, en el bramar de la existencia y su fuego. Pero el mundo está ahí. No es ajeno a ese «mendigo que formula la pregunta/ que ha esperado el viajero» ni tampoco al «monólogo/ el eco despiadado de mi sombra», en esa fusión de lo personal y lo comunitario. Porque la muerte es de todos. La muerte es nuestra. Nos pertenece igual que el gozo de la resistencia en esa imagen donde simbólicamente las manos se unen y «una vez más nos faltan aliados/ en las trincheras de nuestros corazones». La miseria de la muerte puede no caber en un poema, su desnudez, su verdad…, y acaso no sea un asunto literario cuando siempre lo fue.

Ahonda en el sentimiento de pérdida, en esa vida distinta después de su muerte, en el reclamo de la casa de la muerte, como animal doméstico que siempre nos persigue con su férula y su metafísica, y esa convivencia con las insignias de la cotidianidad persisten, se difuminan en el cultivo de lo memoria cuando todo se va sumergiendo en la piel y creando sus cuarteles de invierno. García Montero es consciente de que «la conciencia del tiempo no responde/ al dolor del animal,/ ni siquiera al esfuerzo de vivir,/ sino la soledad de saberse con vida». Sabe que todo es simple y el camino es largo y «las manos tienen lágrimas» y existe poco consuelo «con una vida eterna que no es vida». Sin embargo, como en «Partido a partido», la vida persiste y se espera que las palabras respondan al desvarío de la existencia, para conducirnos a la coda final en la que anticipa los acontecimientos cercanos a su muerte, en «la resistencia física y mental/ que exigía la quimio» o la habitación 5.427 y la prohibición de visitas. Una descripción de un mundo quebrantado en un hospital de ausencias donde el cuerpo yace vencido. Y la comprensión del todo, los viajes, los libros, el completamente viernes de antaño y el argumento de esta historia de ternura, «una historia de amor,/ este año y tres meses,/ estos días finales que ya son,/ ahora, recordados,/ los más felices de mi vida». Una declaración final que es un canto de reverencia a la palabra, al sentimiento y al amor como reclamo del ser y su dasein.

‘Un año y tres meses’.

Autor: Luis García Montero

Editorial: Tusquets

Barcelona, 2022

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