Diario Córdoba

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EFEMÉRIDES LITERARIA

José de Miguel en su centenario

El escritor cordobés se mantuvo durante su vida en la órbita del Grupo Cántico

José de Miguel. CÓRDOBA

El 14 de junio se cumple el centenario del nacimiento del poeta cordobés José de Miguel Rivas, una voz muy personal, a la vez culta y cálida, dentro de la atmósfera lírica tan característica de la Córdoba de postguerra, presidida por la estética, a la vez, hímnica y elegíaca, de la revista Cántico, con cuyos miembros estaba cordialmente vinculado por intensos lazos de convivencia y amistad. Aunque sus primeros libros publicados datan de 1983, muchos de sus poemas corresponden a su primera juventud, en la que convivió con todos sus compañeros de la revista, frecuentando con ellos las reuniones literarias y excursiones del grupo por los pinares y dehesas de Trassierra, en donde su familia poseía una finca.  

Estudió Filosofía y Letras y Derecho en Sevilla y Granada, y tras una temporada ejerciendo de abogado, abandonó la jurisprudencia para dedicarse a diversas actividades en la Costa del Sol, en donde, a principios de los sesenta, junto a su amigo Pablo García Baena, abrieron El Baúl, un negocio de antigüedades y artesanía de calidad. De esta época data su periplo, casi iniciático, por toda la ribera del Mediterráneo hasta Turquía, a bordo de un Gordini de su propiedad, y conducido por él, acompañado por García Baena y Julio Aumente; todo lo cual tendría su correspondiente reflejo en los poemas de todos ellos. 

Nuestro poeta era un espíritu de fina sensibilidad, acrisolada cultura y generosa bonhomía. Amigo de sus amigos, hizo de este sentimiento uno de los ejes de vida. Si repasamos la iconografía fotográfica del Grupo Cántico, veremos cómo su presencia, sonriente y juvenil, era algo indefectible en sus reuniones y cónclaves festivos. Su cordialidad era proverbial y abrazadora. Durante varias décadas pudimos gozar del don de su amistad y de sus buenos consejos literarios, pues no en vano era un gran conocedor de los más refinados recursos de la retórica clásica y barroca. El propio Ricardo Molina, al dedicarle uno de sus libros, lo retrató de la siguiente manera: «A Pepe de Miguel, alegría de nuestra juventud, báculo de nuestra vejez», aunque lamentablemente Ricardo no pudiera llegar a gozar de ese grato apoyo amical en el tiempo. 

Una poesía culta y emotiva

Su poesía es de una gran riqueza formal y una variedad temática casi sinfónica, una poesía de la celebración hedonista del vivir y los dones de la existencia, pero también marcada por la melancolía ante lo efímero de las dichas humanas, y en la que el tema de la pérdida de la juventud y la fascinación por la belleza, y, en concreto, por la belleza adolescente, amenazadas por el paso del tiempo, es una agridulce constante. 

Dentro de la gran variedad temática que la inspira, podremos encontrar siempre en ella un fluente ritmo métrico y grandes dosis de represada emoción, belleza y pensamiento, en poemas de sabia estructura e indefectible musicalidad. Su poesía rebosa sensualidad y paganía; sensualidad y, a la vez, grave ademán meditativo, pues no en vano nada de lo humano, como para los clásicos, le era ajeno a nuestro dilecto amigo.

Un dominador del idioma

Pues no sólo estamos ante un creador que domina la mayoría de los resortes del idioma en un connatural barroquismo expresivo, sino que, a la vez, en muchos de estos poemas encontramos una gravedad y hondura de gran calado y transcendencia; baste citar poemas como «Cristo en los suburbios», «Qué importa ahora» y tantos otros de indagación filosófica y existencial en los enigmas de la aventura humana.

Un recurso muy característico de su estilo es el gusto por un lenguaje culto y refinado, con una cierta predilección por el vocablo sabio y arcaizante, por el hipérbaton y la metáfora, por la dicción noble y el período amplio y envolvente, por el uso de la aliteración y las paranomasias y otros juegos y recursos verbales, explotando todas las virtualidades de la eufonía del idioma; todo ello sustentado en un ahondado conocimiento de nuestros clásicos. 

Su sintonía espiritual con el mundo antiguo y el legado helénico era connatural a su espíritu a la vez meditativo y hedonista. Su amor por la historia y las civilizaciones pasadas le hacía cultivar una poesía sabia y culturalista, que era constitutiva del personaje y nada impostada. Baste leer sus poemas de En torno al Mare Nostrum, como Corinthius servus, El poeta llega a Atenas y encuentra la belleza o Un joven poeta peregrina a Kavafis. 

Otra veces es la temática histórico-hispanoamericana la que despierta su emoción épico-lírica, en una serie evocaciones y monólogos dramáticos, como Grumete de la nao capitana o Apócrifo del indio Awutaba, en los que el poeta objetiva y proyecta su pasión y sus afectos en una serie de personajes de la gesta colombina, incluidos en el libro colectivo Córdoba en América, de 1992.

 Ni que decir tiene que el tema histórico-artístico andaluz ocupa igualmente un lugar de preferencia en la temática de nuestro autor, en brillantes poemas a Medina Azahara o la Mezquita, así como a diferentes ámbitos emblemáticos de Córdoba, que, como en todos los creadores de Cántico, cobra un gran protagonismo en su obra. Lean su antología Dulce plantel y canon (Diputación de Córdoba, 2003), un hermoso panorama de su poesía. No les defraudará. Se lo aseguro.

Sabiduría literaria

José de Miguel era un fino poeta culto y sabio, pero a la vez sensible y sensitivo, así como un personaje de una innata bondad natural; buen conocedor de los recursos y virtualidades del metro y de la rima, a los que se enfrenta con la seguridad de un clásico, aunque él, aparentemente, no le diera mucha importancia a su propia sabiduría literaria. Él bien dominaba todos los resortes de la retórica y de su personal arte poética. 

Y ello le lleva a cultivar todos los metros y modalidades estróficas, de arte mayor y menor, aunque predominantemente fueran el endecasílabo y el alejandrino los metros predilectos en los que nos vertiera su concepción del fenómeno poético. Pero como poeta bien inserto en la noble tradición de nuestros clásicos, para él el soneto era el molde estrófico preferido y que cultivaba con pasmosa facilidad y eficacia, como sabio artífice de su arte. De todo ello dio buena muestra en su poemario ‘Al itálico modo’ (2000). Como ejemplo vivo y perdurable de su maestría, recordemos el siguiente dedicado a Miguel de Cervantes: «Nimba tu frente un hálito de gloria / que en hojas de laurel se transfigura; / lanza sutil, tu pluma le asegura / un preclaro lugar a tu memoria. // Don Quijote te da su ejecutoria, / arrogante de gesto y apostura; / Clavileño te da cabalgadura, / Lepanto te hace un héroe de la Historia. // Y en tu honor, cual sencilla remembranza, / el solar de Castilla se hermosea / convirtiendo en molinos su llanura; // allí labora siempre Sancho Panza, / criba dorado trigo Dulcinea, / y un viejo hidalgo añora su locura». No se puede decir más con menos.


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