El autor de Poeta en Madrid, Justo Sotelo, es un madrileño de pro. Novelista y catedrático de Política Económica, es profesor en la Universidad Pontificia de Comillas (Icade) y en la Universidad Complutense. También es licenciado y doctor en Teoría de la Literatura, Literatura Comparada y máster en Estudios Literarios y en Literatura Española. 

¿Poeta en Madrid es un paseo por tu mundo intelectual, guardando las debidas distancias?

Teniendo en cuenta que todo lo veo desde lo intelectual, incluidas las emociones, lo que escribo siempre es un paseo por ese mundo. El mundo cabe en nuestra mente y por tanto desde observarse desde el conocimiento. Gabriel Relham es el poeta del título. Está escribiendo una obra literaria y necesita que sus fantasmas, amores y obsesiones se encuentren junto a él en una buhardilla de la calle Atocha de Madrid, donde yo también viví varios años. Mi idea es romper con la estructura clásica del texto y mezclar los géneros, desde el narrativo hasta el dramático, pasando por el poético. Los seis capítulos del libro son tanto los actos de una obra de teatro, con sus correspondientes escenas y acotaciones teatrales, como un poema en prosa o una novela donde todo lo que se dice forma parte del material textual. El discurso literario se abre a todas las modalidades posibles y se bifurca por los diferentes senderos de la creación, como en los caminos y la biblioteca de Borges, que tiene un papel estelar en la obra, junto a otros autores como Joyce, Beckett, Goethe, Neruda, Cervantes y Shakespeare. Aun así, no me quedo solo en las palabras, sino que intento transmitir los estados de ánimo de los personajes a través de la música. Los intérpretes de La bohème, de Puccini, aparecen y desaparecen continuamente de la escena, al igual que ocurre con la música de Mahler y Beethoven, e incluso de los propios compositores, que también se convierten en personajes de la trama. 

¿Crear o recrear?

Crear, por supuesto. A estas alturas del siglo XXI considero que el escritor, o artista en general, debe intentar conocer lo que ya se ha escrito y construido en el mundo del arte, e intentar dar otro paso, algo que intente ser nuevo, un salto en el vacío desde el conocimiento, como acabo de decir. Siempre he defendido la poiesis aristotélica. La inspiración está muy bien, como dijo aquel, pero que te encuentre creando. Y para eso busco empaparme de todo lo que nos ha traído hasta aquí. No me gusta repetir lo que ya está hecho, en algunos casos de manera magistral, no tiene sentido hacerlo. Cervantes escribió entre el XVI y el XVII, Galdós entre el XIX y el XX. Y el mundo es muy distinto en este siglo XXI.

Con Poeta en Madrid se descubre un mundo nuevo y diferente. ¿Era esa tu idea?

Poeta en Madrid es una especie de ópera posmoderna donde el protagonista, Gabriel Relham, podría ser Justo Sotelo o cualquier escritor que pretenda avanzar en la evolución del lenguaje literario. Se trata de profundizar en la técnica y los motivos que necesita la literatura para continuar vigente en estos tiempos de internet y redes sociales, y que no desaparezca de nuestras vidas. En cada momento de la historia, la literatura y cualquier lenguaje creativo se han hecho eco de lo que estaba ocurriendo, de los avances científicos, filosóficos y humanos en general, y creo que en este siglo XXI debe ocurrir lo mismo, con pandemias y sin ellas.

Para mí hay novelas horizontales -de una lectura- y verticales -de varias- a través de las cuales se va concretando la trama. Para mí esta novela es de una gran verticalidad.

Es imposible entender esta novela con una simple lectura, y eso que apenas tiene 100 páginas. Por supuesto que la primera lectura posee validez. Hay una historia de amor, una reivindicación del mundo en el que vivimos, pero he buscado una construcción en forma de capas de cebolla, casi de muñecas rusas, donde cada capítulo es explicado en los siguientes y viceversa, es decir, que en muchos momentos hay que volver hacia atrás para seguir la línea argumental. El leitmotiv de la novela es el propio lenguaje, su verdadero referente, como entiendo que debo ser la literatura y la creación en estos tiempos posmodernos. En ese sentido el «orden espacial» de la novela es tanto vertical como horizontal, pero en su concepción temporal.

El narrador Gabriel Relham escribe la novela en una buhardilla de un barrio y calle donde vivió el autor, ¿significa esto algo?

Significa que yo puedo ser el protagonista de la novela o cualquier persona que intente escribir un libro o crear una obra artística. La idea de la buhardilla le otorga un aspecto romántico y metaliterario. Ya he comentado que no escribo historias de autoficción, pero entre los materiales que utilizo están mi vida y la vida de los demás. No me parece que una vida, como tal, deba servir como material ficcionable (ni siquiera en circunstancias difíciles o complejas), pero sí me resulta interesante reunir aspectos de la realidad y a partir de ellos proceder a la creación.

Se dice que es una novela boutique. ¿A qué alude boutique? ¿Exquisita? ¿Diferente? ¿Ultramoderna?

La expresión novela boutique es de la editora, Mayda Bustamante. Y supongo que alude a un estilo de literatura que está en los antípodas del bestseller, de lo comercial, de las modas, del prêt-à-porter, y la propia comida basura. Es una novela esencial en el sentido de que busca la esencia del lenguaje y de la propia literatura.

La novela Poeta en Madrid es una obra híbrida: poesía, teatro, narrativa... ¿En qué género te encuentras más cómodo?

Ya he comentado que utilizo todos los géneros literarios a mi alcance, aunque el propio desarrollo estructural es el de una novela. Siempre digo que tengo una mirada narrativa, y que me gusta ir contando las cosas que veo, leo, estudio, reflexiono, etc. Soy narrador por naturaleza. Me gusta contar cosas, las que vivo y las que observo alrededor, pero siempre desde la creación. En esta vida hacemos muchas cosas, en la calle, en casa, dentro de los libros y las películas, y desde siempre una especie de sexto sentido me ha llevado a contarme (y contar a los demás) todo eso que está ahí.

¿Dirías que es una obra metaliteraria?

Todo es metaliteratura, incluso el Gilgamesh, que es la primera obra épica escrita de la que tenemos noticias. Y claro que lo digo, entre otras cosas porque ya lo he dicho a lo largo de esta entrevista. No recuerdo si fue Mallarmé o Borges el que dijo que sobre la vida del creador pasa por encima una especie de tranvía elevado que transporta toda la historia del arte y la literatura. De vez en cuando levantamos la mano y cogemos lo que se necesita para seguir creando.

Una de las cosas que más me gusta de tu novela es que reinventas la realidad.

Inventar y reinventar son dos verbos en los que se concentra la esencia del creador. La realidad está ahí, pero la mayoría de las veces aún no ha llegado e incluso no la esperamos, al menos de la forma en que nos llega. Y de lo que se trata en mi opinión es de encontrar la luz entre las sombras de la realidad. Por eso intento siempre reinventarla en todo lo que escribo e incluso en las clases que doy en la Universidad. A mis alumnos les hablo de la realidad, al igual que a mis lectores (entre los que me incluyo), pero busco interpretarla, comprenderla, relacionarla con otras realidades de otros momentos, aunque aún no hayan llegado. Ese es uno de los papeles primordiales del maestro y creo que también del escritor que intenta entender las cosas.

La novela está llena de referencias, a la música, arte, cine, pintura, escultura… Todo ello la convierte en un referente cultural.

Como se trataba de exponer mi particular Poética sobre la creación, tenía que utilizar como materiales tres de las cosas que más me interesan, la propia literatura, el cine y la música, junto al sentido que puede darse a la pintura y su relación con la fotografía. Son elementos tremendamente seductores y atractivos, sin ninguna duda. Por otra parte, la palabra «seducción» siempre me ha gustado. ¿Quién no quiere seducir en esta vida? Nos pasamos la vida intentado seducir a todo el mundo, incluso inconscientemente. Queremos seducir a las personas que nos gustan, al camarero que nos sirve la comida o la cena, a la azafata del avión, el vendedor del quiosco de prensa, etc. ¿Cómo no va a intentar seducir un escritor a los lectores? Pero siempre desde la propia seducción que siente el escritor (que siento yo) por el arte y por la propia vida.

¿Qué es la literatura para Justo Sotelo?

La literatura es como el sabor de la manzana. Es algo que no sirve para nada, y por eso tiene un gran valor, y está muy rica.