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El teatro de Gala

La dramaturgia se convierte en una alegoría sobre la existencia

El teatro de Gala

En Historia del teatro español del siglo XX, Ruiz Ramón incluía a Antonio Gala dentro del grupo de escritores que van Del realismo a la alegoría. Son dramaturgos para los que el teatro es reflejo de la sociedad con temáticas como la injusticia social, la explotación del hombre por el hombre, la alienación, la miseria y angustia, la discriminación social, la condición humana de los humillados… Las formas dramáticas que adoptaban iban desde el realismo-naturalismo crítico al neo-expresionismo crítico y la farsa popular de raíz esperpéntica, arnichesca o lorquiano-albertiana. Y, entre ellos, citaba a Antonio Gala y otros mayores que él: Lauro Olmo, José Martín Recuerda, Rodríguez Méndez, Carlos Muñiz, Andrés Ruiz... Es ahí donde se insertaría, pues, la dramaturgia de Antonio Gala, que comenzó su andadura en los años 60 y acabaría convirtiéndose en una de las de mayor éxito de público del teatro español en las dos décadas siguientes, pues, como decía César Oliva, lejos de enfrentarse al público, «se apropia de él», convirtiéndose en el sustituto natural de Buero Vallejo.

Con Los verdes campos del Edén (1963) inaugura ese ciclo escritural que había comenzado con la lírica y el premio Adonáis, con una historia en la que un vagabundo convierte un panteón familiar en una morada para desarraigados. A ella seguirá El caracol en el espejo (1964), con la temática de la incomunicación, y El sol en el hormiguero (1965), donde pretendía crear la imagen de un pueblo que se exilia en su totalidad y un rey que termina solo a través de las peripecias de Gulliver, que llega a un país dominado. En 1967 lleva a los escenarios Noviembre y un poco de yerba, en torno a los excombatientes republicanos ocultados en refugios.

Durante los años 70 escribió, entre otras, Anillos para una dama (1973), una de las obras más representadas del teatro español: un drama histórico que recrea a doña Jimena, que, resignada a ser viuda del Cid, oculta su amor por Álvar Fáñez, persuadida de que la sombra del héroe se interpondría entre ellos. En esa línea histórica, Las cítaras colgadas de los árboles (1974) trata de la conversa Olalla, violada por Alonso, que no será esposa de Lázaro, quien predica una España nueva; esas cítaras colgadas impiden el canto en esta España. ¿Por qué corres, Ulises? (1975) se centraba en la figura del macho español, a través de un Ulises caprichoso, una Penélope autoritaria, su hijo Telémaco, ambicioso, y Nausica, un antojo para Ulises. Desde un teatro realista con personajes insignificantes, evoluciona hacia la obra ingeniosa, con situaciones metaforizadas con sencillez. Sociológicamente, Gala cubre en la escena española el hueco de un teatro de temática actual, escrito con la máxima calidad y rigor. En principio pareció conectar con el movimiento realista, debido a su temática social. Pero quedaba un sustrato lírico que lo vinculaba con Lorca y una dimensión senequista de la palabra. Esa calidad y afianzamiento se producirá durante la década de los 80 con obras como Petra regalada (1980), La vieja señorita del paraíso (1980) y El cementerio de los pájaros (1982) que reuniría en 1983 con el título de Trilogía de la libertad (1983) en torno a la transición. Existe una tendencia a considerar el teatro de Gala de una enorme fortaleza poética y una asunción de ideas paradójicas o antitéticas en torno a conceptos como la vida y el amor, la muerte y el destino. En algunos casos estas contraposiciones juegan a la exclusión. Este hecho se manifiesta en algunas de sus obras, como ha puesto de manifiesto Cibreiro (2010). En Petra Regalada, por ejemplo, se veía un ejemplo de la dialéctica social (presente en otras obras) y el uso del habla popular como instrumento de poder, surgiendo la rebelión de Petra como rebelión lingüística, de modo que, cuando se enfrenta con sus opresores, toma la palabra y dice: «Hasta aquí llegó la riada. Llevo treinta años muda». En su teatro se ponen en valor conceptos como redención y justicia social. En otras como El cementerio de los pájaros son las visiones (edénicas-corporales) las que separan diversas realidades. Pero siempre es el elemento poético el que destaca sobremanera. A ello hay que añadir esa compaginación con lo prosaico o el mundo real con el ideal, como en La vieja señorita del paraíso (1980), donde Adelaida, símbolo de la utopía y la paz se enfrenta a Míster Stone, que simboliza todo lo opuesto a ella. Existe una cierta conformación binaria de la obra donde se ajustan/desajustan principios y situaciones que están siempre en la boca y la conciencia de cualquier individuo; todo ello con un lenguaje de enorme calidad. A estas siguieron Samarkanda (1985), con la homosexualidad incestuosa como reclamo; El hotelito (1985), una alegorización sobre España; Séneca o el beneficio de la duda (1987); Carmen, Carmen (1988) y Libreto de la ópera Cristóbal Colón (1989). En definitiva, la obra dramática de Gala es de una enorme riqueza, de una trascendencia significativa en la transición española y un canto a la libertad y la solidaridad.

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