Las encinas se mueven bajo el velo de la niebla movidas por una pátina celeste. Los arroyos son sierpes deslizándose entre malvas, líquidas emociones de un paisaje con colinas de plata y nubes de organdí. Nemesio Rubio Pedrajas tiene el trazo delicado y sublime de los magos impresionistas. Uno halla en su obra pictórica el hechizo del campo rozado por los ocres del otoño. Los malvas y los grises, los añiles y los granates se funden con una ternura extraordinaria componiendo un tapiz de románticas esencias.

Los pueblos antiguos, las calles, las plazas, los paseos, los melancólicos cielos de la infancia bajo su mirada adquieren la armonía de un espacio encofrado en la serenidad. Todo es sencillo y poético en sus cuadros, en sus acuarelas rozadas por la magia que se nutre en la música de las sinestesias que cosen e hilvanan sus trazos magistrales, llenos de colorido y emoción.