El Camino de Santiago es el que se tiene bajo las suelas de los zapatos cuando uno va a la ciudad del Apóstol, porque «caminante, no hay camino, se hace camino al andar», que dijo Machado. Aunque también es una verdad como un templo que para ir de «A» a «C» la mejor forma, más cómoda, segura y gratificante es pasar por «B». De ahí que el actual renacimiento del movimiento jacobeo, casi como una rebelión ante nuestros tiempos tecnificados, haya consolidado decenas de caminos que confluyen en la catedral de la tumba del Santiño. Además, y contradiciendo al poeta, aunque se haga camino al andar, sin camino se anda peor.

Los siete caminos

Así, la Federación de Asociaciones del Camino de Santiago define perfectamente por etapas nada menos que 7 caminos interiores de Galicia, 12 en el norte peninsular, 8 ramales del Mozárabe en Andalucía, 6 en el centro de España, 4 caminos desde el este, 5 de Sant Jaume desde Cataluña, 8 del sureste y uno insular en Maspalomas-Galdar, además de 3 variantes del Camino Francés que en Europa tiene ramales en 25 países. Y eso sin hablar de rutas marítimas, además del proyecto que se está configurando de Alianza de Catedrales y la red de Caminos del Mestizaje en Iberoamérica.

Un peregrino hace el camino.

SIETE RUTAS RECONOCIDAS POR LA XUNTA DE GALICIA

Sin embargo, esta guía sigue el criterio, aplicado formalmente en otras muchas publicaciones, de seguir el reconocimiento oficial que hace la Xunta de Galicia, y con ella la UE, a siete grandes itinerarios. El primero de ellos es sin duda histórica, cultural y anímicamente, aún en la actualidad, el Camino Francés, con sus 970 kilómetros en la Península y, como se ha dicho, con ramales históricos definidos en 25 países europeos. Un peso que ya recogía el Códice Calixtino y que atrajo a millones de peregrinos desde la Edad Media en un intenso movimiento de masas espiritual y que colaboró a estructurar y conformar Europa. También un camino por el que se difundió las transformaciones del románico y el gótico, de transformación religiosa al extender la reforma cluniesense centroeuropea frente a los ritos mozárabes y hasta con clarísimas connotaciones políticas en la época al extender la influencia de los francos y del Sacro Imperio Romano-Germánico sobre los reinos cristianos del norte de la Península.

Sepulcro de plata del apóstol Santiago.

Con menos relevancia, pero también con un sitio en los valores jacobeos, están el Camino del Norte, junto a la costa cantábrica y usado, pese a la falta de hospitales, en los momentos en los que Almanzor hizo retroceder a los reinos cristianos; el Camino Primitivo, desde la capital de aquellos territorios, Oviedo, hasta Santiago, quizá el itinerario físicamente más exigente; el Camino Portugués, utilizado por Santa Isabel en su peregrinación; el Camino Inglés, que se desarrolla dentro de Galicia desde el puerto a donde llegaban británicos e irlandeses; igual que dentro de Galicia está el Camino de Muxía-Fisterra, un itinerario ya con componentes puramente espirituales e, incluso, de carácter esotérico después de Santiago al conducir al peregrino al Fin de la Tierra.

Y, por supuesto, el Camino Mozárabe, que centra la presente guía y que tiene en Córdoba un referente jacobeo de primera magnitud.

Placa que recuerda el compromiso entre las dos ciudades hermanas.