Reportaje | El arte como herramienta de transformación social
Lentes de vida, magia analógica
Un grupo de mujeres resilientes exploran su identidad, desarrollan su creatividad y mejoran su autoestima y empatía gracias a un proyecto de fotografía participativa
Alicia tiene 24 años y dice que durante 23 vivió solo escuchando los pensamientos de los demás e ignorando los suyos. «Esto significa no conocerme. Por eso, para mí la fotografía significa conocer mis pensamientos». Alicia ha hecho cuatro carretes, 144 instantáneas. «Cada foto tomada es un ¿qué pienso? ¡Así es como pienso! ¡Así es como soy! Es un descubrirme foto a foto». Alicia, junto a Zoe, Karol, Martha, Laura, Karen, Lena y otras muchas no solo compartieron habitaciones en una casa de acogida, sino que durante casi un año la llenaron de cámaras de fotos analógicas, carretes, cuadernos, reflexiones y visionados. Así se hizo Lentes de vida, un proyecto de fotografía participativa llevado a cabo por mujeres resilientes en el que ellas han sido dueñas de todas las decisiones, desde el nombre, que surgió en el primer taller; desde entonces, los viernes se empezó a hablar de fotografía en la casa.
«La fotografía es la forma más sana y linda de recordar sucesos que me gustan, me sirve para meditar y reflexionar», cuenta Karen, cuyo hijo, Samuel, de 7 años, le coge con frecuencia la cámara. Un día le pintó corazones en su espalda, y la foto de esa espalda, construida entre madre y hijo, es una de las imágenes más icónicas del proyecto.
Las chicas aprendieron a usar carretes y a salir de la vorágine del móvil: «Hacer fotos con cámara analógica me estructura más la cabeza», reconoce Karol, embarazada de sietes meses y con una niña de dos, que también participa, a su modo. «Usa la funda de la cámara para tapar a sus peluches». Ella es la protagonista en todos los negativos de Karol: «El miedo más grande que tengo es que se sienta desplazada cuando nazca el bebé, por eso quiero ir mostrándole que ella no está desplazada, que está a mi lado».
Laura habla menos, pero escribe mucho en el cuaderno donde va pegando sus imágenes. «He querido expresar el amor hacia la naturaleza, el valor de la amistad y lo importante que es la autoestima». Martha hace retratos de las plantas de su huerto. «Nos sentimos libres de expresarnos, hemos conseguido hacer con una cámara cosas que no sabíamos; doy gracias a todas las mujeres empoderadas que hoy nos podemos tomar una fotografía sin miedo».
Justine tuvo que superar momentos de frustración con sus primeros carretes. «Me salía casi todo negro, y yo me ponía a llorar. ¿Por qué solamente me pasa a mí?». «Pero al final te ibas enamorando, buscando la intención a cada foto, era apasionante», relata Alicia. Una de sus primeras fotos fue a un peluche. «En la infancia mi mamá nunca me compró juguetes». Zoe fotografía columpios vacíos porque algún día sueña con ver a sus hijos jugar en ellos.
El proyecto, impulsado por Aperfosa, permite a las mujeres compartir sus imágenes, regalárselas, escucharse, ser artesanas de la palabra y de la imagen, como demuestran los cuadernos que han creado, y las dos exposiciones con las que han culminado el proyecto. «Me he visto como una persona importante», comenta Justine.
La confianza en todas ellas ha mejorado, y más aún la empatía, cuando se escuchaban explicar sus fotografías. «He aprendido a entender lo que siente alguien cuando sufre», reconoce Justine. Karen añade: «Hacer fotos es contar tu historia, te desnuda el alma, y me llena de mucho orgullo saber que estoy acompañada de mujeres igual o más fuertes que yo». A Alicia el proyecto le ha cambiado la visión que tenía de sus compañeras. «Entendí el porqué de su carácter, de su manera de ser, de comunicarse, de andar... Había chicas con las que no hablábamos mucho, pero cuando exponíamos, empezábamos a conocernos, y no desde la apariencia, sino desde el alma. A veces nos mirábamos sonrientes, pero no nos imaginábamos lo que estábamos viviendo cada una».
Las protagonistas de ‘Lentes de vida’
Zoe 33 años
Solamente tú y yo
“Estoy en un sitio seguro, mi refugio, donde nada ni nadie puede entrar, donde solamente estamos tú y yo. Cada vez que miraba por la lente, te veía a ti y a mí, y regresaba 20 años atrás, así que para mí la cámara es mi máquina del tiempo. Mi madre me cogía así, la mismas miradas de amor, la misma forma de cogernos la mano, las mismas risas que teníamos tú y yo... Pensé que se me había olvidado esa sensación de bienestar”.
Lena, 37 años
Más allá de lo bello
“Siempre vamos a tener cosas lindas alrededor, pero nunca nos fijamos en el desdichado. Me gustaría visibilizar la realidad de las personas que no tienen dónde dormir. Cuando camino por las calles no puedo ignorar estas cosas. Podría hacer algo. Me sentí muy triste porque mientras yo estoy pensando en tomar una foto bonita, hay una persona en situación de calle. El letrero dice: ‘Busco trabajo, tengo papeles’. Sé que me podría pasar a mí”.
Karol, 22 años
Una flor salvadora
“Yo veo en esa flor como una salvación. Porque hay tanto negro alrededor... pero lo único que llama la atención es el blanco de la flor. Y ese resplandor lo muestra porque justo le dio la luz. Entonces es como que detrás de todo el desorden que puede haber, detrás de todo eso, hay algo bonito y clarito”.
Laura, 27 años
Me amo
“Amo a las plantas, te ayudan a desconectar y a relajarte. Me amo a mí misma, me encanta la lluvia, admirar cada detalle no tiene precio. Quiero compartir momentos únicos, hacer de cada salida un recuerdo especial. Simple y a la vez perfecto. Crece, crece. Lléname de luz”.
Alicia, 24 años
La sonrisa del alma
“Los ojos son las ventanas del alma y la sonrisa maquilla el alma. ¡Ahora por fin mi sonrisa muestra también lo que hay en mi alma sin maquillarla! Después de un año me di cuenta de que el anhelo que estuvo en mi corazón por más de cuatro años se había cumplido, y que lo estoy viviendo”.
Martha, 47 años
El árbol sigue de pie
“Cuando a la naturaleza la tratas con respeto, con dedicación, con amor, ella responde igual. Nos da combustible, nos da comida, y sin embargo, a veces la tratamos tan mal... Ese árbol ha sufrido muchísimas quemadas y a pesar de que está viejo, sigue de pie, con sus heridas, curándose, pero dando frutos”.
Karen, 23 años
La esencia que no se pierde
“Tomé dos veces la misma foto a distintas horas, y claro, no eran los mismos colores. Es como si fueras tú misma en las diferentes fases de tu día. Me vi reflejada allí, en esos cielos tan distintos; eres tú, y sigues siendo tú misma en cualquier instante de tu vida, no pierdas esa esencia”.
Justine, 21 años
El orgullo de la leona indomable
“Me hago retratos porque estoy orgullosa de mí misma, de la belleza africana, soy una leona indomable. Hay que transmitir felicidad alrededor de uno mismo, seamos buenos olores para los demás. No siento vergüenza por volver a comenzar; la determinación no decepciona nunca”.
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