REPORTAJE

Curas obreros: 50 años de compromiso social

Manolo Gómez y Manolo Varo celebran en Valdeolleros cinco décadas de lucha por los derechos sociales en las barriadas de Villarrubia, Los Mochos y Encinarejo

Manolo Gómez y Manolo Varo, tras la misa homenaje celebrada en la iglesia de San Acisclo.

Manolo Gómez y Manolo Varo, tras la misa homenaje celebrada en la iglesia de San Acisclo. / A. J. GONZÁLEZ

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

Manolo Gómez y Manolo Varo son dos de los últimos ejemplos vivos del sacerdocio obrero en Córdoba. Se ordenaron en la Dictadura de Franco y llevan 50 años al pie del cañón, luchando codo con codo con sus vecinos de Villarrubia, los Mochos y Encinarejo por la justicia social. La iglesia de San Acisclo y el IES Grupo Cántico, en el barrio de Valdeolleros, referente para las Juventudes Obreras Cristianas (JOC), han acogido este sábado la misa y el perol de celebración de esas cinco décadas de entrega. «Yo me hice cura porque seguí los consejos de mi madre y por mi hermano, que ya murió en el Sector Sur, y que también fue sacerdote», recuerda Varo, «como cura he sido muy feliz porque he vivido en contacto diario con la gente de Villarrubia, compartiendo con ellos sus ratos buenos y malos, codo con codo, trabajando en la Azucarera (Gómez fue albañil), siendo uno más y viviendo sus problemas en carne propia».

Él y su compañero Manolo Gómez salieron a la vez del seminario, del que recuerdan el ambiente de camaradería que existía en esa época. «Acabamos de formarnos en Sevilla, en Los Pajaritos, y cuando volvimos no querían saber nada de nosotros, fue gracias a Paco Aguilera que pudimos ordenarnos», recuerda Gómez. Él eligió la vida del sacerdocio por influencia de un párroco de Montilla, «una persona cercana al barrio, que trabajaba de albañil cuando había que construir algo en la iglesia y dejaba su cama si a alguien le hacía falta», recuerda, «yo quería ser ese tipo de cura». Quería seguir el ejemplo que había leído en la Biblia, afirma, «para salvarnos, Jesús se hizo uno más, vivió y trabajó con la gente, por eso entendíamos el sacerdocio al lado de los pobres, de la gente humilde y sencilla». 

Reivindicación de los servicios básicos

Cuando llegaron a Villarrubia, a Los Mochos y a Encinarejo en los años 70, la Periferia era un espacio que carecía de los servicios más básicos y enfocaron su esfuerzo en dotar de dignidad al barrio reivindicando mejoras donde fuera necesario. «Hubo que pelear por el alcantarillado, por el asfaltado de las calles, por el agua potable, por hacer algo para que los arroyos no se desbordaran y no lo inundaran todo, por la red eléctrica», explican al unísono, «se fueron consiguiendo cosas poco a poco, pero cada logro costó años de lucha». 

Para canalizar todas esas reivindicaciones, pensaron que lo mejor era fundar asociaciones de vecinos con las que trabajaron en forma de asambleas para decidir las prioridades y la forma de actuar. «La pastoral no se hacía en la iglesia, formábamos grupos de catequesis y nos reuníamos en las casas de los vecinos», recuerdan, «fueron años difíciles, con momentos muy duros como cuando se cerró la Azucarera, pero hemos sido muy felices y hemos aprendido mucho unos de otros».

Las Juventudes Obreras Cristianas fueron una catapulta que consiguió movilizar a mucha gente en pos del bien común, señalan. Uno de los mayores logros de estos 50 años fue conseguir la propiedad del suelo donde se levantaban las casas de muchas familias de la zona, suelo del antiguo Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona) cuyo cambio de titularidad se obtuvo después de más de 20 años. También contribuyeron a crear tradiciones de barrio como el equipo de fútbol o la cruz de mayo. La gente que los ha conocido, de varias generaciones, se han reunido este sábado en una misa y un perol en el que recordaron los viejos tiempos y los retos que aún están sobre la mesa. «Todavía hay muchas cosas por hacer y ahí seguimos en la lucha»

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